Hace años en el mercadillo de la Catedral compré un libro de Torcuato Luca de Tena. Mi sorpresa al llegar a casa fue ver en él una dedicatoria a Luis de Galinsoga. Quien fue director de La Vanguardia debió dejarlo en su casa cuando marchó precipitadamente de Catalunya.
Con el tiempo los recuerdos pierden significado y se esparcen. Tal es el caso –cuenta Joan Esculies– del título honorífico que algún día colgó de la pared del despacho de José María de Porcioles, el alcalde de Barcelona más duradero del franquismo. Ahora está en venta en el mercadillo de Sant Cugat. Es la máxima condecoración francesa, la Ordre National de la Légion d’Honneur.
Al menos es consolador que se pida por el diploma 300 euros. En precios de mercadillo tiene cierta valoración.