Años antes de que cobrara fama por su Festival de la Canción, la localidad italiana de San Remo acogió en 1920 a dirigentes de Francia y Reino Unido en una cumbre que sirvió para repartirse el imperio otomano en Oriente Medio. Francia se quedó con Siria y Líbano, y el Reino Unido con Irak y Palestina. Con regla y lápiz se trazaron las nuevas fronteras. Más tarde, en 1948, los británicos facilitaron el Estado de Israel como «un hogar» para los judíos en Palestina.
Décadas después la región sigue inestable como cuando Europa hizo el reparto. Y ahora llega el bruto de Trump, vuelve a coger el mapa y quiere expulsar de Gaza a dos millones de habitantes para hacer una especie de costa de Florida para inversores. Y creíamos que la «limpieza étnica» era cosa del pasado.