La próxima madrugada se cumplirá 84 años del fusilamiento de Lluís Companys en Montjuïc. Su actuación pública puede ser debatida, pero no la dignidad con que murió. Los periodistas Josep Maria Lladó, que le trató, y Josep Maria Soria que lo estudió, relataron sus últimas horas.
Cuando sus hermanas abandonaron el recinto, charló un buen rato con el capellán castrense y un jesuita. Les pidió que le dejaran reflexionar y aceptó sus auxilios espirituales. Después de confesarse, ayudó a misa y comulgó.
Al clarear el día se dirigió fumando al lugar de ejecución. Se abrazó a su defensor, J. Mª de Colubí, a quien regaló los gemelos de su camisa. Ante el pelotón rechazó que le vendaran los ojos y volverse de espaldas. Eran las 6.30 de la mañana. Tenía 58 años.