Recuerdo las inundaciones de Valencia de 1957 cuando se desbordó el Túria y causó 83 muertes. Como ayer refería Correal, citando a Zapater, el gobierno dispuso que añadiéramos a las cartas un sello de 25 céntimos para ayudar a los damnificados. Y recuerdo aún mejor, ya que estuve allí, la tragedia del Vallès de 1962. Centenares de personas sepultadas entre el fango en ciudades como Terrassa y Rubí.
El desastre de esta semana en Valencia se inscribe en estas catástrofes naturales, pero en 60 años de progreso deberían minimizarse los daños. Las predicciones meteorológicas son mucho más precisas y los gobiernos tienen más medios para alertar la población. Aparte, hemos de ser exigentes con nosotros mismos cuando se nos pide no viajar si no es estrictamente necesario.