La revista National Geographic ha sido la principal impulsora del fotoperiodismo y la narración ambiental durante décadas. Su borde amarillo era sinónimo de buenas historias y de fotos míticas. Pero la triste verdad es que la mayoría de la gente no quiere leer otra historia sombría sobre lo que le estamos haciendo al planeta. La revista ya se enfrentó a tal caída en el número de lectores que canceló las ventas en los quioscos y ahora depende únicamente de las suscripciones. Disney ahora tiene que cerrarla o ganar dinero. Bajo la gestión anterior, los fotógrafos y periodistas colaboraban estrechamente, encontrando formas creativas de financiar sus historias, pero ese sentido de orgullo, camaradería e inversión ha sido barrido y reemplazado por, bueno, nada... Es, en mi opinión, una tragedia. No sólo porque la revista era parte de la vida de tanta gente sino porque era el último lugar que quedaba para contar las historias que tal vez no tuvieran valor «comercial», pero que necesitaban ser contadas. Ahora nos enfrentamos a un panorama mediático donde las historias que contamos están diseñadas para causar impacto o distraer sin sentido. No deberíamos darle a la gente lo que quiere, sino lo que necesita. Eso es el periodismo. No las historias fáciles, molonas o morbosas, sino las necesarias, las difíciles, las incómodas. Las que nos permiten pensar, y por tanto, actuar responsablemente.
National Geographic
27 noviembre 2024 19:44 |
Actualizado a 28 noviembre 2024 07:00
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