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Gisèle

22 diciembre 2024 20:37 | Actualizado a 23 diciembre 2024 07:00
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Tras el veredicto todo son felicitaciones. Si alguna noticia ha sido capaz de interesar a todo el mundo ha sido el juicio contra los violadores de Gisèle Pelicot. Conocemos la decisión judicial. Podría haber sido superior, pero quizás la atención mediática ha matizado más de lo esperado a los jueces. De todas formas la satisfacción en el rostro de Madame Pelicot, era ya por sí solo, un enorme alivio. Pero hay un tema al que no dejo de darle vueltas: la contundencia de la condena unánime y absoluta contra las violencias que sufrió Gisèle Pelicot, han necesitado de una mujer, mayor, con los signos de la edad bien evidentes, completamente drogada, sin ningún tipo de control sobre su voluntad o su cuerpo. Ahí sí que no valían el tamaño de las faldas, la cantidad de alcohol ingerida, las horas de regreso a casa sola, salir a hacer jogging por el bosque... Toda esa retahíla de «justificaciones» que suelen estar en boca de los hombres, jueces, cardenales, alcaldes, ministros, y, desgraciadamente, también en la mente de muchas mujeres, a la hora de valorar si esa persona merecía o no ser violada. Que no fuese que ella se lo hubiese buscado, que no fuera que en realidad «le gusta que la fuercen un poquito» o «con esa minifalda, lo pedías a gritos». El mundo, Europa, usted y yo, hemos necesitado de una mujer mayor, a la que daban por muerta, para comprender el horror de una violación. Pensémoslo.

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