La red social antes conocida como Twitter y hoy como X, me hace recordar una de mis fotografías preferidas. El maravilloso, único, irreductible y complejo Robin Williams ofreciéndole un rollo de papel higiénico a «El Pensador» de Auguste Rodin en su museo de París. El museo Rodin es uno de mis preferidos y siempre que puedo y los turistas no me lo impiden me doy una vuelta por sus jardines para echar una carcajada en su memoria. Robin Williams era un cómico excepcional, un hombre lleno de grandezas con un vacío interior que acabó por devorarlo. En los años 90 en plena crisis de personas sin hogar en los EEUU, pidió testificar ante el Senado y en dos minutos dejó sin argumentos a los que pretendían minimizar los efectos de esa crisis. Robin Williams exigía en cada una de las películas que rodaba la contratación de -al menos- 10 personas sin hogar. A lo largo de su carrera llegó a ayudar a 1.520 personas. Cuando Christopher Reeves (el primer Supermán) llevaba años paralizado y le quedaba poco tiempo de vida, Williams se plantó en su casa disfrazado de doctor alemán y bromeando sobre un examen rectal, acabó por sacarle una sonrisa. Era generoso, era un genio ductil, frágil, un hermoso ser humano. Cada año vuelvo a ver su película «Good Will Hunting» en las que sus improvisaciones hacían reír al cámara. Se nota el temblor en las tomas. Una leyenda.
Robin Williams
20 diciembre 2024 20:50 |
Actualizado a 21 diciembre 2024 07:00
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