Salvo sorpresa mayúscula –en este país ya no se puede descartar nada–, el socialista Pedro Sánchez será reelegido la semana que viene presidente del Gobierno, tras el pacto alcanzado ayer entre el PSOE y Puigdemont, que incluye, entre otras cosas, la tan polémica amnistía para los procesados por los hechos del ‘procés’.
El sector económico de Tarragona pedía ayer un gobierno estable, una demanda tan lógica como necesaria para afrontar los muchos y grandes retos que tenemos encima. Aunque eso tan necesario, estabilidad, paz y sosiego, es precisamente lo que menos tenemos estos días, en los que los partidos de la derecha, PP y Vox, se han echado a la calle en protesta por el pacto y la amnistía.
Evidentemente, todo el mundo tiene derecho a manifestarse y mostrar su desacuerdo con una u otra medida, faltaría más. Pero incluso la expresión del descontento tiene unos límites que es muy peligroso obviar porque hacerlo supone un gran riesgo para la convivencia. Y estos días se han traspasado muchas de estas líneas rojas por parte de algunos –no son la mayoría, pero meten mucho ruido– de los manifestantes movilizados por la derecha y, sobre todo, por la extrema derecha.
Banderas preconstitucionales, algunas incluso con la imagen del Cid Campeador, apelando quizás a la Reconquista; jóvenes nacidos en democracia lanzando vítores a Franco; pancartas y carteles con mensajes racistas, xenófobos y homófobos; gritos contra la Constitución, el Rey e incluso el Papa... En fin.
No sé cuán estable será el próximo gobierno, pero sí sé que lo que está enfrente genera mucho miedo. Por eso me gustaría hacer un llamamiento a la responsabilidad de todos. Sí, ya sé que milagros, en Lourdes, pero si no, al final nos haremos daño.