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Montblanc en los siglos del gótico

05 agosto 2023 12:48 | Actualizado a 06 agosto 2023 07:00
Francesca Español
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El arte medieval admite una aproximación perfectamente homologable a la que rige en la creación contemporánea, y al igual que el diálogo entre centro y periferia puede iluminarnos sobre el desarrollo del arte actual, también puede hacerlo sobre el que surge a lo largo del medioevo.

Es la perspectiva con la que debemos de abordar el liderazgo asumido por el monasterio de Santes Creus en torno a 1300, no solo con respecto a Catalunya, sino en relación al conjunto de territorios integrados en la antigua Corona de Aragón, porque los soberbios sepulcros de los reyes Pedro el Grande y Jaime II y Blanca de Anjou, fueron punta de lanza en la penetración de las recetas formales y estilísticas puestas a punto en la ciudad de París y su entorno unos años antes, por entonces el centro creador por excelencia del occidente medieval. Y no sólo eso. El nuevo claustro gótico, erigido en el corazón del monasterio durante las primeras décadas del siglo XIV, está imbuido del mismo carácter innovador que impregna ambos mausoleos.

En el oriente peninsular no existían proyectos equiparables. Fue el desembarco de artífices franceses y su actividad continuada en el cenobio del Gaià lo que propició esta situación. Llegaban con una formación de la que carecían los maestros locales y la pusieron al servicio de un excelente promotor, el rey Jaime II, el primer monarca de la Corona de Aragón que se sirvió del arte como escaparate de la institución que encarnaba. Este empeño animó otras muchas iniciativas artísticas alentadas a lo largo de sus años de gobierno, pero en este camino Santes Creus asume un indiscutible carácter pionero.

Los artífices que trabajaron en el monasterio cisterciense también intervinieron en otros proyectos fuera de él y algunas de estas realizaciones han pervivido en los lugares a los que se destinaron. Una de las más destacadas, la soberbia Virgen con el Niño que preside la iglesia de la Serra de Montblanc, atribuida desde antiguo a Pere Bonhull (Pierre Bonneuil), el responsable del sepulcro de Jaime II y Blanca de Anjou y de las zonas más antiguas del claustro del cenobio.

Como en el caso de otras devociones marianas, en torno a la Virgen de la Serra se ha tejido una historia legendaria de la que debemos retener un dato en particular: el paso por Montblanc en torno a 1300 de Eudoxia Lascaris, una princesa que tras huir de Bizancio había sido acogida en la corte del rey Jaime II, y la fundación del convento de clarisas que propició.

En el oriente peninsular no existían proyectos equiparables. El desembarco de artífices franceses y su actividad continuada en el cenobio del Gaià propició esta situación

La historia del arte gótico en la Conca de Barberà debuta con este episodio que tiene por escenario la villa real y como protagonistas a una promotora cuya posición y medios le permitieron costear una escultura de gran monumentalidad y excelencia destinada a presidir la iglesia de su fundación, y a un artífice francés ocupado en los proyectos del rey, con unas habilidades muy superiores a las de los maestros locales. El entendimiento entre cliente y artista ha sido fundamental en el desarrollo de la creación a lo largo de los siglos, pero en este caso fue determinante en el desembarco en el Montblanc bajomedieval del lenguaje más vanguardista del momento.

La villa y su territorio siguieron destacando en los artístico a lo largo de los siglos XIV y XV y lo acreditan los monumentos conservados y los que conocemos por medio de la documentación. Gracias a ello podemos ubicar la actividad de numerosos artífices en la zona (maestros de obras, pintores, escultores, orfebres...).

Entre los vernáculos, sobresale el maestro Guillem Seguer, escultor, pintor y arquitecto de la catedral de Lleida. Los procedentes de más allá de los Pirineos y de zonas diversas de la Península Ibérica, llegaron atraídos por las posibilidades de trabajo que ofrecía tanto la reconstrucción y reforma de los antiguos edificios religiosos o civiles en la propia villa y en su entorno, como la renovación del mobiliario litúrgico en el caso de los primeros. En este contexto, Montblanc devino un centro artístico de gran interés.

Los talleres radicados en las capitales de los distintos territorios de la Corona (Barcelona, Zaragoza, Valencia, Perpiñán, Palma) monopolizaron muchos de los encargos importantes, pero existieron otras poblaciones que proporcionaron estabilidad y prosperidad laboral a los artífices que querían huir de la posición abusiva adoptada en los obradores de esos núcleos principales. Es lo que constatamos a través de la trayectoria de algunos maestros activos en el Montblanc de los siglos XIV y XV.

Junto al papel que jugó la villa real en este campo, no podemos olvidar el que desempeñó el monasterio de Poblet. Por un lado, a través de los abades que destacaron en la esfera de la promoción artística; por otro, mediante los miembros de los linajes nobiliarios que fundaron capillas en la iglesia monacal y las revistieron con el mobiliario preceptivo, e instalaron sepulcros monumentales en su interior.

La documentación también permite reconstruir el marco físico y humano de este pasado lejano, pero las obras que se crearon en él y han pervivido, pueden seguir conmoviéndonos

Estos proyectos, al igual que la obra del panteón real que debuta con Pedro el Ceremonioso, atrajeron a la zona maestros de calidad que mientras duraron los trabajos se instalaron con sus familias en Vimbodí, dentro del señorío territorial del monasterio, una estancia que favoreció otros vínculos laborales, singularmente con Montblanc.

La documentación también permite reconstruir el marco físico y humano de este pasado lejano (su paisaje y su paisanaje), pero las obras que se crearon en él y han pervivido, pueden seguir conmoviéndonos. Las arquitectónicas, a través de los espacios que las conforman y nos retrotraen a los usos que cobijaron o ampararon. Los retablos, por medio de la excelencia de su ejecución y la iconografía que los significa, una puerta abierta a la pulsión devocional de sus promotores.

El segundo curso de cultura medieval que va a tener lugar en Montblanc a finales de agosto (días 25 y 27), D’art i d’argent: Montblanc paisatge artístic d’una vila reial (segles XIV i XV), se interrogará sobre muchas de estas cuestiones y dará visibilidad a los clientes y a los artistas que impulsaron la renovación gótica de sus iglesias y de sus palacios.

La de su escenario urbano, en definitiva, delimitado aún hoy por el recinto amurallado bajomedieval, el elemento sustancial de su skyline, y el signo más representativo de su identidad monumental contemporánea. La inscripción es gratuita en aar.iec.junta@gmail.com.

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