Esta columna va de lo que acontece en el mundo, y más específicamente, - como diría Joan-Carles Mèlich en La fragilidad del mundo - de todo aquello que, en lugar de ser habitado y empalabrado, se rompe dejando como resultado un gran vacío. Lo que sigue es una pesquisa para entrar en relación con una idea fundamental que se nos escapa desde hace décadas, de una idea perdida.
En abril de 2019, se celebró en Toronto un debate que llevaba el goloso título de Capitalismo Vs Marxismo. Los dos académicos de prestigio internacional, el filósofo marxista Slavoj Zizek y el liberal Jordan Paterson, no se dejaron nada en el tintero. Digo nada, o casi nada, porque a lo largo de dos horas y media se hablaron de muchísimos temas.
En uno de los puntos del debate se habló de políticas liberales, y apareció la cuestión de las «crisis migratorias». Zizek alegó que los estados del Norte-rico eran los creadores reales de las llegadas de refugiados, y que, por lo tanto, todo activismo más o menos sentimental era insuficiente... Para filósofo esloveno la solidaridad solo aliviaba ciertos síntomas del problema y dejaba a un lado, cuando no reprimía, las tentativas que buscaban de eliminar el problema de raíz.
Como suele ocurrir con aquello que intuimos pero que no reconocemos, puedo asegurar que en el debate se dejaron, - como mínimo - una idea fundamental, algo que, a pesar de estar inserido en nuestros pies, olvidamos. Me refiero al movimiento, a un movimiento narrado que no se percibe a simple vista. No hablo de una clase de movimiento que responde a una lógica instrumentalizada o pragmática, como ir volver del trabajo, ir a hacer la compra o decidir qué película veremos. Se trata de un movimiento vital en cuya esencia reside la misma historia de la persona, su vida, sus herencias familiares y su bagaje.
Con ello, varias preguntas: ¿Qué clase de justificación nos atrevemos a requerir a quienes desean ponerse en movimiento? ¿No bastaría con que alguien quisiera salir de su país, sin más, para poner en movimiento su historia en el sentido más literal?
En otras palabras: ¿Acaso no es de vital necesidad recuperar esta idea perdida, la idea radical de que todo ser humano, por la simple razón de serlo, puede mover su relato de vida, su cuerpo, allí donde lo desee? ¿No es el movimiento al que me refiero aquí el movimiento más auténtico, y contundente que han pensado nunca?
La criminalización de las personas que emigran hacia Europa y Estados Unidos es el brusco reflejo de la fijación de un movimiento frágil donde nuestra relación con el mundo se desencaja y deja como falla un vacío perverso, una indiferencia poco evolucionada, más bien propia de aves carroñeras. Balanceándonos en este frágil movimiento solo encontraremos un sueño quebradizo y una vida saturada.
Las ideas viajan a la velocidad de la luz y uno tiene que estar en movimiento para reconocerlas y darles sentido, como los y las migrantes, que tienen la valentía de apropiarse de lo que muchos de nosotros seguimos olvidando, el movimiento.