Estos son días de presupuestos y ordenanzas. De tasas y de impuestos. De plenos ordinarios y extraordinarios. En general, son días de anuncios incómodos, de subidas que afectan directamente al bolsillo de nuestra economía, de alguna congelación y de alguna que otra bajada. El Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) y la tasa de recogida de la basura son los dos nombres propios que protagonizan nuestras agendas informativas en el último trimestre del año. Salou subirá la tasa de basuras un 35% y el IBI, un 10. Tarragona congela el IBI y sube un 2,79% el agua. Reus congela IBI y sube un 1,85% la tasa de basuras. Y tantos otros municipios han hecho movimientos. Los que no tienen incrementos de grandes porcentajes, lo han hecho estos últimos años. No nos engañemos, tarde o temprano, un año u otro, todos acaban tomando este tipo de decisiones que, a la vez, generan debates intensos sobre su necesidad y consecuencias. Pero lo que sí que está claro es que los impuestos son necesarios para garantizar unos servicios públicos de calidad.
La relación entre impuestos y servicios públicos es compleja. Idealmente, un sistema fiscal justo y progresivo debería permitir que los gobiernos financien servicios de alta calidad que beneficien a toda la sociedad. Sin embargo, la percepción de ineficiencia en el uso de los recursos públicos lleva también a la oposición a este tipo de medidas.
Y aquí, lo que falta en la mayoría de casos es más información. Rendir cuentas. Transparencia. Como ciudadanos, nos merecemos saber qué se hace con nuestro dinero. Y saberlo al detalle. Cuáles son los servicios por los que apuestan nuestros gobiernos, y a cuáles renuncia. Es nuestro dinero, es nuestro derecho. Porque la política es eso: gobernar, decidir, priorizar y, también, sacrificar. Es fundamental que los gobiernos comuniquen claramente cómo se utilizarán los fondos recaudados y que se garantice la transparencia en la gestión de estos recursos. Solo así se puede lograr un equilibrio que beneficie tanto a la economía como al bienestar social. Solo así lograran que el ciudadano de a pie pueda comprar su discurso. Más que debatir sobre cifras, necesitamos saber adónde van estas cifras.