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Los jóvenes y las mujeres al rescate de todos

05 noviembre 2024 20:46 | Actualizado a 06 noviembre 2024 07:00
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Nunca fueron tan inciertas unas elecciones americanas. Nunca, ni siquiera aquella vez en que Hillary Clinton ganó en votos pero perdió en escaños, en este rompecabezas que es el sistema electoral estadounidense. Nunca fueron tan violentas —verbalmente— con el uso de términos como fascismo o la mímica de sexo oral con un micrófono y una invocación a disparar contra los periodistas, como ha hecho Trump. Con las acusaciones de fraude antes de que empiece el recuento, con personajes estrafolarios y otros no tanto, blandiendo armas, dispuestos a todo para defender a America, una America que creen que está en proceso de descomposción. Los aliados de Donald Trump, el big money, han obligado a los grandes medios a mantener la neutralidad. En un sólo día, The Washington Post, el mismo Post que había derrocado al presidente Richard Nixon, republicano, por el escándalo Watergate, perdió 250.000 abonados, tras la decisión de su propietario, Jeff Bezos, de no apoyar a la candidata demócrata. No es que el apoyo de un periódico sea una un recurso electoral decisivo, pero el método para evitarlo es revelador. Es la idea: el disidente tendrá represalias. Solo coros de apoyo para el hombre blanco con el mechón teñido de rubio. La virilidad machista encarnada, donde al otro lado hay una mujer de piel morena, una mujer de ley y moderada. Nunca fue tan nítida la diferencia antropológica entre los candidatos, más biográfica que política. La batalla de Kamala Harris, de hecho, es contra lo irracional, no contra un candidato. Es contra el racismo, el machismo, el belicismo visceral; es contra aquellos que, en una América ahogada por lo políticamente correcto, no pueden decir lo que piensan, pero finalmente pueden reconocerse en alguien y votarlo. Visto desde aquí, parece que el destino del voto en Estados Unidos —y por ende, el del conflicto en Oriente Medio y, en última instancia, de toda la humanidad— está en manos de los jóvenes y de las mujeres. Es una esperanza y un temor al mismo tiempo. ¿Habrán ido los jóvenes a votar, aunque Kamala no sea lo suficientemente radical para ellos? ¿Habrán ido las mujeres? La respuesta la saben ya ustedes mientras leen, pero no nosotros mientras escribimos. Queda la esperanza.

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