El movimiento ecologista no dispone de la aceptación social que merece por su persistente trabajo en causas absolutamente razonables. Aún generan reticencias, sobretodo en el mundo rural, y olvido en el urbano. Lo que en su momento empresarios y políticos cogidos del brazo denunciaban como un freno para el omnipotente desarrollo económico, hoy son victorias de las que toda la sociedad puede beneficiarse. ¿Alguien se imagina parques eólicos en los santuarios históricos de las sierras de Pàndols y Cavalls o en los parques naturales de los Ports y el Montsant? En todos esos sitios había proyectos previstos. ¿Alguien recuerda que sin la presión ecologista no quedaría un palmo de terreno en primera línea de mar sin edificar en la Costa Dorada? Ahora todos los folletos turísticos, sean de aquí o de fuera, se afanan en vender imágenes de su trocito de playa lo más virgen posible para promocionar los encantos de la localidad. La lista es larga y no es necesario recurrir a la vieja hemeroteca. La presión de una pequeña empresa ambientalista de L’Ametlla de Mar ha sido clave para evitar un nuevo y desafortunado, a mi modo de entender, plan de regeneración de playas. Cuando los bañistas disfruten de esas calas en estado natural, deberían recordarlo. El papel de la plataforma en defensa de les Terres del Sénia ha sido vital para evitar la entrada en servicio del almacenamiento de gas Castor, que tan poco interés generaba a nuestros políticos hasta los primeros temblores. Y la insistencia ecologista ante los gravísimos efectos del cambio climático no dejan de confirmarse. Les doy la razón.
Ecologistas con razón
19 mayo 2017 20:43 |
Actualizado a 22 mayo 2017 07:46
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