Tarragona quiere ser la capital ficticia, estéril y fantasma de una futura Àrea Metropolitana. Así lo aprobó ayer el pleno municipal, tras avalar una moción del PP para «reconocer y promocionar, más que nunca, la capitalidad de Tarragona», reivindicando que la ciudad «lidere el Àrea Metropolitana con una dirección firme, positiva y decisiva para el desarrollo del territorio y afrontar los retos del siglo XXI», esto sí, «sin diluir su primacía histórica y milenaria». El intrascendente texto salió adelante con los 16 votos a favor de ERC (6), PP (4), Junts (3), no adscritos (2) y Vox (1), mientras que el PSC (9) votó en contra y En Comú Podem (2) se abstuvo.
En total, fueron 26 minutos de un debate inútil, más propio del siglo XX –o del 2009 con la Llei de Vegueries– que del XXI, teniendo en cuenta que el Área Metropolitana no sería una nueva administración que represente a un territorio –como sí que lo hacen la Diputació o los Consells Comarcals–, sino que albergaría a un conjunto de entes públicos que mancomunan tareas técnicas, como es el caso del CAT, Sirusa o la ATM.
Las Áreas Metropolitanas, como la de Barcelona, no tienen capital porque lo que coordinan son servicios dentro de un territorio, como es el transporte público. De hecho, el Grup Impulsor del Área Metropolitana está formado por ocho municipios (Tarragona, Reus, Vila-seca, Constantí, La Canonja, Salou, Valls y Cambrils), así como por la Diputació, la Generalitat de Catalunya y los Consells Comarcals del Tarragonès y del Baix Camp, si bien se espera que esta mapa se vea ampliado en el futuro.
«Desde Cèsar August»
En la exposición de motivos, la portavoz del PP –Maria Mercè Martorell– defendió que la capitalidad de Tarragona «viene desde los tiempos de Cèsar August», reivindicando que «esta no es una cuestión que pueda discutirse en función de la ideología».
Los populares critican que el alcalde Rubén Viñuales (PSC) indicara en una entrevista que el término capital es «privativo y egoísta», defendiendo que Tarragona «es la ciudad más grande del territorio, la que concentra más habitantes con las delegaciones de las principales administraciones supramunicipales», por lo que defiende que la ciudad «debe liderar el Àrea Metropolitana» de manera «firme, positiva y decisiva para el territorio».
El documento del PP contó con el aval de ERC. «Tarragona es capital indiscutible de la provincia. Lo es por historia, demografía, administración... Entrar en esta discusión es hacernos pequeños. ¿Quién ha cuestionado nuestra capitalidad? Es más, en un clima de colaboración para crear un proyecto tan estimulante como es el Àrea Metropolitana, entrar en estas batalletes de campanar es totalmente innecesario», indicó la portavoz de la formación republicana, Maria Roig. La representante de ERC añadió que «este debate no tiene demasiado sentido, pensábamos que esto ya era una pantalla superada. No podemos poner el foco en esto, es necesario centrarnos en cómo mejorará todo el Camp de Tarragona».
De manera más escueta se expresó Jordi Sendra (Junts). «Tarragona es capital, y esto debe ejercerse. Creemos en el Àrea Metropolitana porque nos da potencia económica y acción territorial. Tarragona debe liderarlo».
‘Make Tarragona great again...’
En el otro lado de la moneda se encuentra el alcalde de Tarragona, Rubén Viñuales (PSC), quien lamentó que la moción «confunda» la «capitalidad provincial con el Àrea Metropolitana». «Esto es una mancomunidad de servicios, como Sirusa. ¿Sirusa tiene capital? ¿El Àrea Metropolitana de Barcelona tiene capital? Parece que algunos quieran volver a los años noventa, engañando a la gente», criticó el Primer Edil, quien denuncia que «debates como este dañan de verdad la capital. ¿Qué pasó hace años cuando Tarragona y Reus no se llevaban bien? Pues la estación del AVE...».
Finalmente, Toni Carmona (ECP) optó por la ironía para justificar la abstención de su grupo. «Creo que esta moción queda un poco corta, yo la habría titulado make Tarragona great again», indicó en referencia a Donald Trump. Referentes de dudosa credibilidad para una moción que se pareció más a un regreso al pasado que a una propuesta con visos constructivos de futuro. Capitalidad ficticia para una moción ya caducada desde hace años.