La proliferación de las plantaciones de marihuana se ha convertido en un grave problema de orden público en Catalunya y principalmente en Tarragona, donde cada semana se desmantelan una media de más de tres. Y la situación va a más, como reconoce el inspector responsable del Àrea d’Investigació Criminal de los Mossos d’Esquadra, Antoni Salleras. Y lo justifica con un solo dato: este año en la demarcación se Tarragona ya se han decomisado más plantas que en todo el año pasado en Catalunya. Y la situación va a más, reconoce este responsable policial. Y además, cada vez con grupos más peligrosos. Las bandas van armadas por si vienen otras a llevarse la preciada mercancía, el «oro verde», como lo calificaba hace unos días el presidente de la Audiencia de Tarragona, Joan Perarnau, durante la reunión casi monotemática con los responsables de los cuerpos policiales y la Fiscalía.
Pero, ¿cómo parar este boom al que, al menos por ahora, no se le ve final? Salleras aboga por una reforma del Código Penal que se ajuste a la realidad delincuencial.
«Hace unos años, Tarragona era una provincia de tránsito de la cocaína y el hachís. Una pequeña parte se quedaba aquí pero la mayor parte iba hacia Europa, donde se paga más cara», reconoce el inspector. Una afirmación que ya apuntó hace unas semanas el presidente de la Audiencia durante la reunión con los responsables de Policía Judicial de los diferentes cuerpos de seguridad. Pero la situación ha cambiado. Tarragona –y Catalunya en general– se ha convertido en un país productor de cannabis.
A partir de 2015 se ha notado un incremento de esta droga. No ha habido ningún pico, sino que el aumento ha sido escalonado a lo largo de los años, «en una recta ascendente», recalca el responsable policial. Y por ahora no se prevé que vaya a frenar. Solo en cinco años, las incautaciones de plantas en Catalunya se han multiplicado por cuatro. Si en 2015 fueron destruidas 64.000, el año pasado la cifra se disparó hasta las 264.000. Y este año se alcanzará una cifra récord.
«El cultivo de la marihuana es un gran negocio, al que se están apuntando todas las facciones, organizaciones o grupos delincuenciales que están establecidos en Catalunya: albaneses, serbios, chinos, dominicanos y también españoles». Tanto es así que grupos que antes se dedicaban a delitos contra el patrimonio –robos en cualquiera de sus modalidades– se han pasado –total o parcialmente– a cultivar droga «porque les es más rentable». Unas cifras que avalan este auge son el número de plantas que han sido arrancadas en los ocho primeros meses de este año en las comarcas de Tarragona: 240.000 en 114 plantaciones. El año pasado fueron 264.000 en Catalunya. Teniendo en cuenta que durante septiembre en solo tres plantaciones –las que se han hecho públicas– se han destruido 9.721 plantas, ya han sido más que en Catalunya en 2020.
Una plantación indoor –cultivo en el interior de un domicilio o nave– puede dar hasta cuatro cosechas al año. Hay que hacer una gran inversión en los aparatos, pero aun así sale rentable. Y más si se pincha la luz ilegalmente. En este tipo de plantaciones se pueden encontrar ciudadanos de toda clase de nacionalidades.
Si la plantación es al aire libre – outdoor– solo hay una cosecha al año, pero con miles de plantas sin casi inversión. En este segundo caso, la mayoría de plantaciones están controladas –o al menos la mano de obra que se dedica a la vigilancia y cultivo– por ciudadanos albaneses y serbios. «Se trabaja en la línea de llegar hasta los cabecillas. Otra cosa es que se pueda conseguir», reconoce Salleras.
La peligrosidad
«La violencia nos preocupa. Alguno podría pensar que es una violencia entre delincuentes. Pero no es así. Cuando la hay, al final se instaura en la sociedad y no queremos que esto suceda», asegura el inspector. Recuerda la situación violenta que viven los países productores de droga.
Y esta situación de violencia se extiende a los narcoasaltos: bandas que quieren ganar mucho dinero rápidamente sin ningún esfuerzo. «Y ante ello, los grupos que cultivan la marihuana protegen como sea su mercancía, que cuesta mucho dinero». Ante esta situación «hay un choque violento entre dos organizaciones. Y comienzan a circular armas blancas y de fuego. Y aparecen los homicidios. Y esto nos preocupa».
Cabe recordar que sigue abierta la investigación por un crimen cometido en la madrugada del 27 de agosto del año pasado en Flix. La víctima era una persona que vigilaba una plantación de marihuana, mientras que otra fue secuestrada. Han sido detenidas siete personas relacionadas directamente con el homicidio y ocho más con el tráfico de drogas. Y es que desde 2016 han muerto en Catalunya al menos 12 personas en homicidios relacionados con el tráfico de esta droga.
«Vamos con más precaución»
Los Mossos d’Esquadra son conscientes de que las organizaciones que cultivan marihuana se blindan para no ser asaltadas. «Nosotros, cuando vamos a desmantelarlas, tomamos todas las precauciones posibles. Siempre lo hemos hecho, pero ahora todavía más», afirma Salleras. Un sargento de los Mossos resultó herido a principios de septiembre tras recibir una perdigonada que se disparó de una trampa casera escondida en una plantación de marihuana en Alcoletge (Lleida).
Pero desmantelar una plantación supone un importante trabajo logístico, de personal y también de inversión de tiempo, principalmente si es outdoor. Estas suelen encontrarse en sitios muy remotos, en medio de la montaña y a donde solo se puede llegar a pie después de recorrer varios kilómetros. «Cualquier intervención de este tipo pide un esfuerzo logístico para los Mossos», asevera el inspector.
En el caso de ser localizada, a veces una patrulla tiene que custodiarla durante casi un día hasta que llegue la autorización policial para su destrucción. Primero se tiene que asegurar la zona, normalmente con agentes del ARRO. Y en el proceso de desmantelamiento también intervienen agentes de la Unitat de Seguretat Ciutadana y de la Unitat d’Investigació. En los casos más importantes interviene la Divisió d’Investigació Criminal. A veces, decenas de agentes durante horas arrancando o cortando plantas.
Concienciar a la sociedad
Uno de los instrumentos a potenciar, dice Salleras, es concienciar a la sociedad del hecho de tener un mercado de marihuana en el país y lo que conlleva de importar organizaciones criminales. «El hecho de ser exportadores de marihuana es un balance nada atractivo desde el punto de vista de seguridad pública». Y ello porque cuantas más organizaciones criminales estén asentadas en el territorio, «más subirán los índices de violencia. Y no queremos que esto pase en nuestro país».
Y cada vez más, los Mossos d’Esquadra se están encontrando con organizaciones más peligrosas, asentadas no solo en un territorio sino con plantaciones distribuidas por varias poblaciones incluso fue de Catalunya. Este verano se desarticuló un clan albanés dedicado al tráfico de marihuana –tenía 23 plantaciones–. Se efectuaron 107 detenciones –19 personas ingresaron en prisión– y 51 registros. Se incautaron 25.000 plantas en Reus, Tarragona, Amposta y El Vendrell, entre otras localidades. Una amplia operación que se llevó a cabo con la Policía Nacional, con la colaboración de Europol y las policías de Alemania y Albania.