Este mes se cumplen 50 años de la foto en la que Maria Teresa (Maite) Roca Navarro posa junto a otras siete jóvenes compañeras en las escalinatas del Ayuntamiento de Tarragona. Botas altas, minifalda y «una chaquetita por la que se colaba el frío» constituían el uniforme de las primeras mujeres en entrar a formar parte de la Guàrdia Urbana de Tarragona.
Era la cabalgata de Reyes de 1975 (Franco todavía vivía) y las nuevas integrantes de la policía local prestaban, oficialmente, su primer servicio. Tarragona era una de las capitales pioneras en incorporar mujeres. En eso las policías locales fueron mucho más avanzadas que la Policía Nacional, donde las agentes femeninas no ingresaron hasta 1984 o que la Guardia Civil, donde lo hicieron en 1988.
Dos mundos cara a cara
A propósito del medio siglo de historia de las mujeres en la Guàrdia Urbana de Tarragona quedamos, precisamente con Maite Roca (71 años) una de las ocho pioneras, y con Laura Jiménez Sánchez (35 años) agente en la actualidad. Basta con hablar con ellas unos minutos para darse cuenta de lo mucho que han cambiado las cosas (y de lo que queda) en estos 50 años.
A la primera pregunta: ¿Por qué quisieron ser agentes de la Guárdia Urbana?, las respuestas son bien distintas. Laura es hija de un Guàrdia Civil (hoy trabaja con algunos de los compañeros de su padre) y hermana de una Mosso d’ Esquadra. Cuenta que «mi sueño siempre fue ser Guàrdia Urbana de Tarragona».
Tras terminar la carrera de Derecho se presentó a las primeras oposiciones que se convocaban después de mucho tiempo. Las superó y estudió, junto a otros aspirantes a policías locales y a Mossos, en la Escuela de Policía de Catalunya en Mollet del Vallès.
En el caso de Maite se enteró de la convocatoria para las primeras pruebas de acceso a la Guàrdia Urbana por el periódico. Se acababa de quedar sin trabajo por el cierre de la fábrica de camisas Seidensticker (aquel cierre suscitaría intensas protestas en la ciudad).
Tenía 20 años y en su casa la apoyaron. La prueba que presentó, reconoce, no le pareció muy complicada. Se centraba sobre todo en la historia de Tarragona, sus monumentos y sus calles.
«¿Y no había pruebas físicas?», le pregunta Laura con asombro. Maite responde que «no, ninguna». Algunas de las pioneras, de hecho, buscaban la manera de hacer deporte para estar en forma, pero siempre por su cuenta. Laura le cuenta que ahora dentro de la comisaría hay un gimnasio al que tienen acceso todos los agentes. También pueden pedir formación en técnicas concretas.
Pero en 1975, más allá de las pruebas, había otras condiciones para ingresar al cuerpo que hoy serían impensables: las aspirantes debían tener entre 18 y 35 años, una altura mínima de 1,60 m. y ser solteras o viudas.
Laura se interesa por saber quién es Maite en la foto de las agentes en minifalda. Es la primera de izquierda a derecha. Maite le cuenta que aquel no era un uniforme para trabajar en la calle y Laura reconoce que «soy incapaz de imaginarme llevar una minifalda como uniforme». Hoy las agentes, explica, van en pantalones y hay chalecos antibalas diseñados especialmente para adaptarse a su pecho.
Hacer las veces de semáforo
Cuando se le pregunta cómo fueron aquellos primeros tiempos, Maite calla más de lo que dice, «es que he pasado por mucho», explica con amargura. Pasó los primeros 10 años trabajando «de cruce». Se refiere a que tenía que permanecer las ocho horas que duraba la jornada regulando el tráfico hasta que se instalaron semáforos: «daba igual si llovía o hacía frío, no te podías mover del puesto».
Después de aquello trabajó como policía de barrio, pero mientras los agentes hombres iban en parejas, a ella le tocaba ir sola porque nadie quería patrullar con una mujer. Afortunadamente los vecinos, recuerda, la trataban bien. Algunos le pedían hacerse fotos con ellos «porque éramos una novedad», recuerda. Posteriormente estuvo controlando la emisora de radio o en atención al ciudadano. Tras 42 años en el cuerpo se jubiló. «Resistí», resume.
Laura, por su parte, tiene ahora siete años en la Guàrdia Urbana y, aunque el primer día le gastaron un broma (casi multa a unas personas que estaban desnudas en lo que resultó ser una playa nudista), lo cierto es que siempre se ha sentido una más. Hoy cualquier agente, independientemente del género, puede elegir en qué unidad trabajar si cuenta con los méritos necesarios. Al llegar de la academia, de hecho, todos rotan por todas la unidades.
El trabajo actual de Laura tiene mucho que ver con la coordinación interna del cuerpo y las relaciones con la ciudadanía. Además, con la puesta en marcha del Pla de Gèneres i Igualtat d’Oportunitats del Ayuntamiento de Tarragona, el intendente de la Guàrdia Urbana la ha incorporado en la mesa de dirección.
En su trabajo en la calle Laura siente que, en general, los ciudadanos la respetan, aunque no se ha salvado de alguna conducta machista. Recuerda que cuando trabajaba en la unidad de tráfico tuvo que explicar a un vecino que la grúa iba a retirar su vehículo que estaba abandonado. El vecino le dijo que no tenía nada que hablar con ella y se dirigió a su compañero hombre. «Me dijo que conmigo no tenía nada que hablar», recuerda. El compañero dijo que «si no hablaba conmigo él tampoco iba a hablar». Los ánimos se exaltaron y tuvieron que proteger al operario de la grúa al que le tiraban huevos. Al final el vecino entró en razón y todavía la saluda cuando se la encuentra por el barrio.
Con los compañeros, señala, el ambiente es muy bueno, aunque la asignatura pendiente es que más mujeres se interesen por entrar al cuerpo «para que de verdad sea un reflejo de la sociedad». Actualmente, de hecho, hay 36 mujeres que representan un 15% de la plantilla.
El otro gran reto es que lleguen a puestos de mando. De hecho de las 36 mujeres que hay en el cuerpo, solo tres tienen el grado de cabo (el inmediatamente superior al de agente) y todavía no hay mujeres en otros puestos más altos de la escala como sargento, subinspector o inspector.
En este sentido el Intendente, Manel Vázquez, que se acaba de incorporar a la conversación, coincide. Dice que la feminización del cuerpo es, precisamente, uno de los objetivos que se marcó cuando encabezó el cuerpo policial. «Hemos ido ganando terreno en este sentido porque hemos doblado el número de mujeres», dice. Aunque admite que «nos queda mucho trabajo por hacer porque todavía no llegamos a porcentajes otros cuerpos policiales estatales ni europeos. Estamos trabajando precisamente para que estas diferencias se reduzcan».
Se acaba la entrevista y es el momento de las fotos; las de ahora. Laura sigue preguntando a Maite quién es en cada una de las imágenes en blanco y negro. «Gracias, nos abristeis muchas puertas», le confiesa.
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