Neus Montcusí es propietaria de una tienda de ropa en la Plaça de Ponent. Ya tiene edad para jubilarse, pero no quiere bajar la persiana de su negocio. Dice que, si cierra, la ciudad y su tejido comercial perderá un exponente importante. Montcusí confía en encontrar a alguien que quiera continuar al frente de su tienda, manteniendo las marcas, la clientela y la esencia. A pocas calles de distancia, se encuentran Isidre y Rosa Maria, un matrimonio que regenta una conocida carnicería de la calle Pere Martell. Él ya ha cumplido los 65 y, ella, los cumple el año que viene. Se plantean la jubilación, pero antes quieren intentar buscar un relevo, y evitar así que la carnicería cierre sus puertas definitivamente. Como estos dos ejemplos, son muchos los empresarios tarraconenses que buscan dar continuidad a sus negocios.
El motivo es doble. Por un lado, no quieren echar a perder el esfuerzo de tantos años y, en algunos casos, tantas generaciones. Por el otro, según explican los protagonistas, se oponen a que el tejido comercial de su ciudad se vea perjudicado con el cierre de tiendas y negocios de toda la vida. Antes de bajar la persiana, aseguran que intentarán, por todos los medios, buscar relevo.
Los pioneros en Tarragona fueron los propietarios de la librería La Capona. Ellos tenían claro que cerraban el pasado 30 de junio, y no perdieron nunca la esperanza a que saliera alguien con ganas de continuar el proyecto que había nacido 25 años atrás. Según explica uno de los propietarios, Pitu Rovira, hubieron bastantes interesados, aunque no se llegó a buen puerto con ninguno. «Cuando estábamos a punto de tirar la toalla, apareció la cooperativa Combinats. Negociamos y la cosa funcionó», explica Rovira, quien añade que «nos parecía importante mantener el nombre de la librería, ya que La Capona está muy arraigada al territorio, no solo a la ciudad de Tarragona». Rovira y el resto del equipo se comprometieron a estar al lado de la nueva cooperativa. Y así está siendo. Un ejemplo de éxito que, otros empresarios, han visto como modelo a seguir.
Los protagonistas
Neus Montcusí es el alma de la tienda de ropa de mujer Madonna, ubicada en la Plaça de Ponent. Su aventura comercial empezó en el año 1972, cuando sus padres y el resto de la familia vinieron a Tarragona, procedentes del Pla de Santa Maria, para iniciar una nueva vida en la ciudad. Abrieron una tienda de corsetería, lencería y mercería en la calle Sevilla. En ese entonces ya se llamaba Madonna. Neus compaginaba sus estudios con la tienda, hasta que en 1983 se puso al frente. Entonces, la protagonista empezó a introducirse en el mundo de la moda. Diez años después, la tienda se trasladó a pocos metros, a la Plaça de Ponent, donde todavía se encuentra. Madonna ha sido todo un referente en el mundo de la moda. Fueron los primeros en organizar pasarelas y desfiles, además de ser conocidos por dar un trato personalizado a las clientas.
Pese a la energía que desprende, Neus ya tiene edad de jubilarse. Sus hijas se dedican al ámbito sanitario y no hay relevo generacional para la tienda. Pero la protagonista se niega a cerrar.
«No me gustaría que Tarragona perdiera tejido comercial. Son muchos los compañeros empresarios de mi edad que han cerrado el negocio. Yo quiero que continúe», explica Montcusí, quien añade que «no es lo mismo comprar aquí que por internet o en una grande superficie. El caliu de esta tienda es diferente. Nos preocupamos por nuestras clientas y ellas se sienten como en casa».
Montcusí busca a alguien que la sustituya como capitana del barco. «Tenemos unas buenas dependientas y modistas, además de una clientela muy fiel», dice la protagonista, quien añade que «lo más fácil sería bajar la persiana e irme a casa. Pero me quiero Tarragona y pienso que cerrar esta tienda es perder una oportunidad. No se puede perder más tejido comercial». Montcusí, quien la semana pasada celebró los 50 años de Madonna, avisa: «No cerraré hasta que encuentre a alguien».
En esta misma línea se explican Isidre Bonet y Rosa Maria Cortada. El matrimonio, natural de Sarral, regenta la Cansaladeria i Carnisseria Bonet –de la calle Pere Martell–, desde el año 1979. Empezaron con una sola dependienta y ahora ya son cinco. El producto que venden es de primera calidad, cosa que ha hecho que la clientela haya sido siempre fiel. La pareja se plantea jubilarse tras una vida entera dedicada a su negocio. En este caso, pasa lo mismo que en el anterior. Los hijos del matrimonio han estudiado carreras y cada uno tiene su profesión. No hay relevo posible. «Es un oficio muy sacrificado y mis hijos tienen una calidad de vida distinta a la nuestra. Llevamos 40 años levantándonos a las cinco y media de la mañana y acabando a las nueve de la noche», relata Bonet. Los nuevos hábitos de consumo también tienen un papel importante. «Nosotros, hemos intentado adaptarnos a los nuevos tiempos, incluso cogiendo encargos por WhatsApp. Hacemos lo que podemos, pero internet se nos ha quedado grande», asegura.
Bonet quiere cerrar, como máximo, en octubre del año que viene. Pero antes intentará encontrar a alguien «con ganas de trabajar y tirar adelante el negocio». El matrimonio no quiere que la carnicería se pierda. «El pequeño comercio está desapareciendo y es una pena. Las administraciones deberían hacer alguna cosa para evitarlo», acaba Bonet.
«El ADN de la ciudad»
Por su parte, desde la asociación comercial Via T, su dinamizadora, Judith Sentís, explica que «nos sabe muy mal que estos comercios no tengan relevo y acaben cerrándose. Estas tiendas son, sin duda, las que definen el ADN de una ciudad. Son comercios tradicionales, autóctonos, con maneras de hacer distintas a la mayoría». Sentís celebra que algunos negocios opten por este nuevo sistema y se muestra a disposición para colaborar en esta dinámica.