Tarragona es una de las puertas de entrada del hachís al resto de Europa. Las históricas rutas utilizadas en el Ebre para el contrabando de tabaco y la presión policial en el Campo de Gibraltar y en el sur del país provocan de manera cíclica que los desembarcos se trasladen hacia el norte y, en consecuencia, hasta Catalunya.
El último ciclo se inició hace pocos años, cuando se aumentó la vigilancia en el sur y las bandas comenzaron a desplazarse de nuevo hacia Catalunya. A mediados de 2021, empezó a alertarse de que el tráfico de hachís regresaba a Tarragona, después de unos años sosegados en ese sentido.
«Hemos efectuado diversas actuaciones que nos han permitido desarticular organizaciones e introducir en prisión a sus principales responsables», remarca el jefe de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de la comandancia de la Guardia Civil de Tarragona, Héctor Muñoz, quien señala que las actuaciones de los cuerpos policiales han mermado a los grupos criminales.
Según los datos de Guardia Civil, en 2021, se intervinieron cuatro narcolanchas antes de que se pusieran en funcionamiento, se actuó en dos desembarcos y se interceptaron 2.700 kilos. En 2022, se incautaron cinco narcolanchas, se llevaron a cabo tres actuaciones y se recuperaron 10.200 kilos. En 2023, fueron tres desembarcos y algo más de 4.000 kilos.
«En los últimos años, hemos detenido a varios responsables de organizaciones dedicadas al hachís», Héctor Muñoz, jefe de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Tarragona
Las últimas tendencias marcan que se producen investigaciones científicas para conseguir variantes. «En España, hay consumo como puede haber en cualquier otro lugar», apunta Muñoz, pero se trata de un punto de entrada y reparto hacia el resto del continente.
Por lo tanto, la demarcación se sitúa como lugar de paso, menos dañino que la producción: «Lo que tenemos en Tarragona es una ruta corredor-mediterráneo por mar y carretera, ya que el producto cubre una parte de demanda interna, pero multiplica su valor si cruza la frontera», afirma el jefe de la Unitat d’Investigació del Àrea Bàsica Policial (ABP) del Tarragonès, el subinspector Marc Bayón.
Los inicios del tráfico de hachís
Las rutas que se utilizan para el tráfico de hachís en Tarragona son heredadas de las del contrabando de tabaco, que, en el Delta, data de los años 70 y 80. La primera operación que modificó el desembarco de tabaco por el de hachís en Tarragona se produjo en 1993.
Fue una organización asentada en La Ràpita, que estaba acostumbrada a introducir tabaco y, a raíz de contactos con un grupo de magrebís relacionado con organizaciones productoras en Marruecos, se decantó por la permuta. En palabras de Muñoz, «vieron que, si cambiaban el tabaco por el hachís, el coste de la operativa sería similar, si bien el precio se disparaba».
La década de los 90 fue más ligera en cuanto a las actuaciones contra el hachís, y es la de los 2000 en la que se produjo el boom. Entre 2005 y 2008 es cuando se tienen los registros de mayores incautaciones.
En 2011, los desembarcos en Tarragona desaparecieron: se desplegó el Sistema Intergrado de Vigilancia Exterior (SIVE), un dispositivo de cámaras y radares: «Pasamos de entre quince y veinte actuaciones de media, a una o dos como mucho», desvela Muñoz. Eso provocó que los ‘cacos’ se pasaran a otro tipo de cultivos, como la marihuana, que cada vez es más consumida.
Buscando el norte
El auge del hachís de principios de siglo comportó que, en ocasiones, ocurrieran hasta tres desembarcos en tres sitios diferentes de la demarcación durante la misma noche.
«Las del Ebre son playas con espacio y poco pobladas, pero los desembarcos ya se dan en toda la costa», Marc Bayón, jefe de la Unitat d’Investigació de la ABP del Tarragonès
Todo ello tiene su causa en que, en el norte de África, hay puntos de encuentro para las narcolanchas, que salen de forma simultánea. El jefe de la Policía Judicial de Tarragona apunta que «los grupos criminales no buscan tanto un goteo, sino que se localizan en puntos escondidos y salen muchas embarcaciones cuando las autoridades están con otras incidencias».
¿Con qué destino? Van repartiéndose. Por la proximidad, Andalucía es la zona que más embarcaciones recibe, pues pueden ser barcas más sencillas que las que deben llegar a puntos situados más al norte, como Tarragona. Lo que pasa es que el viaje es obligado en muchos casos, pues las detenciones en el Campo de Gibraltar y en la costa andaluza obligan a los grupos criminales a moverse.
Es más, durante los últimos años, ha habido un incremento de las actuaciones en la Costa Brava, que se ha posicionado como una nueva ruta. Los cuerpos policiales sospechan que los grupos criminales pueden estar desplazándose incluso hasta Francia.
En el caso de la demarcación, la predilección es el Ebre por su orografía y las históricas rutas del contrabando de tabaco. Además, ya no se detectan solo desembarcos, que también, sino que se han producido ‘botaduras’: la introducción de embarcaciones nuevas en el agua para realizar el primer viaje. El subinspector Bayón argumenta que «las del Ebre son playas con un espacio diáfano y difícilmente pobladas, aunque los desembarcos de hachís ya se han trasladado a todo el litoral».
«Por el momento, Tarragona es más un punto de paso que uno de producción propia», Marc Bayón, jefe de la Unitat d’Investigació de la ABP del Tarragonès
Sale a la palestra aquí el concepto de las ‘guarderías’, que es el lugar –cercano al de los desembarcos– en el que se almacena la droga, junto a otros elementos como armas, hasta que se transporta por carretera. «Pueden ser desde naves industriales hasta un desván», añade el subinspector.
Si se interviene la guardería, pueden iniciarse investigaciones para conocer la ruta de tráfico de dicha organización e incluso el lugar en el que planean desembarcar, algo que los narcotraficantes planean cuidadosamente, ya que la de Tarragona como puerta de entrada es una de las rutas más utilizadas.