Miquel Barceló es ingeniero y economista, y uno de los principales artífices del barrio tecnológico 22@, un distrito urbano que ha hecho de la innovación un imán para atraer talento. El autor de Innocities, urbanismo, economía, tecnología y cambio social habla sobre las perspectivas que ofrece la ciudad de Tarragona.
¿Qué papel deben jugar las ciudades medias como Tarragona para convertirse en ciudades innovadoras?
Todas las ciudades, independientemente de su tamaño, se plantean el reto de adaptarse a las condiciones del siglo XXI, que son diferentes a las del XX.
Antes las ciudades se configuraban alrededor de un urbanismo basado en la zonficación y esto, cuando los elementos esenciales son la innovación, el talento y la capacidad de crear nuevas empresas basadas en el conocimiento y el talento, cambia las ciudades.
¿En qué sentido?
No tan solo está cambiando el sistema productivo y la tecnología, sino también el modelo de ciudad. Esta es una cursa que lideran las grandes ciudades como Boston, San Francisco o Barcelona, pero las ciudades medias tienen mucho a decir, ya sea por la vía de la especialización o por la apuesta por las actividades económicas intensivas en conocimiento, entendiendo la lógica de la transformación digital y utilizándola en beneficio de la ciudad.
Es decir, creando puestos de empleo de alto valor añadido y atrayendo talento de todo el mundo. Las ciudades medias pueden jugar la Champions, incluso con ventaja.
¿Qué ventajas ofrecen?
En cuanto a la calidad de vida, a la proximidad. La innovación nace de la interrelación de la gente. En la medida que es más fácil en una ciudad intermedia, porque hay espacios de encuentro, lo estás facilitando.
Hay que jugar al máximo los activos, y estos son la calidad de vida y el conocimiento que tiene la universidad y las personas, haciendo un urbanismo que facilite la creación de espacios para este desarrollo.
¿La universidad puede ser la palanca?
Es una de las palancas, como los es el Institut de Recerca en Investigacions Químiques o los centros tecnológicos, tanto desde el punto de la docencia, como de la investigación y la transferencia al mundo empresarial. Después dependerá de la capacidad que tiene cada unidad, pero evidentemente la universidad es un gran activo de este territorio.
¿Cómo puede el urbanismo ayudar a atraer talento?
El urbanismo tradicional del siglo XX especializa los usos. Dice aquí haremos residencial o un polígono industrial y marca las intensidades. Se zonifican las ciudades. El urbanismo del siglo XXI es la mezcla de usos, la ciudad compacta.
El zoning nos lleva a la ciudad no sostenible, en las que necesitas el coche para moverte. En cambio, ahora estamos hablando de una mezcla de usos, con un espacio público como punto de encuentro, lo que facilita que el talento encuentre entornos donde desarrollar su vida personal y profesional.
La gente quiere vivir en las ciudades y estas deben aprovechar esta apuesta ofreciendo una calidad de vida y unos servicios, de forma que las actividades culturales vayan a favor del atractivo de esta ciudad, atrayendo talento.
Generar ‘mesas de encuentro’.
La innovación nace de la interrelación, por lo que debemos diseñar espacios a nivel urbanístico y arquitectónico que faciliten este punto de encuentro.
Calidad de vida en el fondo.
Sí, desde un punto de vista amplio. Es calidad de vida estar en un parque y tener buen tiempo, pero también lo es tener unos servicios como un comercio de proximidad o unos festivales de música. Las personas con talento cada vez valoran más estas cosas.
La inversión en alto valor añadido va a donde hay talento, y este va a las ciudades con calidad de vida y posibilidades de desarrollo profesional y personal. Una cosa alimenta a la otra. Cuando tienes suficiente masa crítica, la rueda funciona sola.
¿Cómo incentivas la creación de este embrión que después ya se retroalimentará?
Hay un tema crítico, que es la especialización de las ciudades. Estas no pueden ser buenas en todo, sino que cada una tiene unos activos de partida, en forma de dinámica emprendedora o de herramientas como las aceleradoras o el sistema educativo.
Cada ciudad tienen sus activos y debe construir su futuro y su estrategia en función de estos. Hay que construir a partir de lo que tenemos y elegir especializaciones en sectores con un fuerte crecimiento global, porque no queremos competir con la ciudad del lado, sino a nivel mundial.
La energía, la economía azul o el digital pueden ser algunos de estos activos.
¿Son las bases sobre las que se construyó el 22@?
Exactamente. Fue entender de forma intuitiva todo esto, porque en aquellos momentos no lo conocíamos. Barcelona acababa de abrirse al mar, prolongaba la Diagonal y tenía 900 hectáreas de suelo industrial degradado. En base a esto se hizo una gran apuesta por la economía del siglo XXI, basada en el talento.
Había activos para apostar por el sector de contenidos digitales y el audiovisual, por lo que identificamos a agentes locales que justificaban esta base de partida. A partir de ahí, el talento internacional tuvo el interés en estar cerca porque había una universidad, centros de investigación y empresas tractoras.
Debe haber una palanca de inicio, de forma que empiezas vendiendo y acaban comprándote. Y aquí hay que sumarle que los elementos culturales atraen al talento. El presupuesto en cultura es fundamental para generar un entorno de alto nivel, en el que el talento quiera ir. Las políticas públicas alimentan los procesos de innovación.
Tarragona quiere inspirarse en el 22@ para la transformación del polígono Francolí. ¿Qué potencial tiene?
Tarragona tiene muchos elementos de potencial, con una dinámica en el terreno digital muy interesante, los clusters y un ecosistema emprendedor. Hay una ebullición inicial, además tiene un puerto, que puede ser el motor de transformación de un sector, como puede ser la economía azul.
Tiene el polígono Francolí, que abre posibilidades, y el reto de la Vall de l’Hidrogen, además de la universidad y unos centros de investigación de primer nivel. Tarragona tiene una oportunidad única para tirar adelante proyectos transformadores de la economía de este territorio.
Los elementos están aquí, ¿qué pasos deberían darse para articularlos y generar un relato?
Hace 20 años que trabajo con proyectos en diferentes países y lo que tiene que hacerse es un proyecto ejecutivo de transformación y creación de un distrito innovador, con un ecosistema que impregne al conjunto de la ciudad. Después el urbanismo dirá cuáles son los espacios más apropiados, si la Tabacalera o el polígono Francolí.
En todo caso, hay espacios y la oportunidad que se está modificando este plan general a partir de este debate.
Pensar que lo que ahora son naves viejas y abandonadas puede atraer talento a nivel mundial se hace un poco complicado.
Si hubiera visto el barrio del Poble Nou en 2000 hubiera marchado corriendo. En cambio, hubo el alcalde Clos que se los creyó, apostó en esta dirección y, sin tener toda la información que tenemos ahora, apostó por esta transformación. El 22@ es el motor económico de Barcelona. De lo contrario, sería una ciudad tan solo turística.
¿Cualquier paso debe ir de la mano de la recuperación de la Tabacalera?
Los espacios son consecuencia de la estrategia, lo importante es definir bien los activos. Si esto tiene éxito supera a la capacidad de la Tabacalera, lo que es crítico ahora es definir el camino.
Se enmarca en un proceso de redacción de un nuevo POUM que pone la centralidad en este punto. ¿Puede ser un elemento que permita compactar esta Tarragona del centro con la de los barrios?
Un distrito innovador genera nuevas centralidades urbanas. La gente cree que debe ir allí porque pasan cosas, por tanto, el urbanismo debe ayudar a generar esta centralidad.
No debemos plantearnos el hecho de tener un edificio y a ver cómo lo llenamos, sino que tengo una estrategia por la cual necesitaremos espacios y configuraremos un urbanismo que genere una nueva centralidad, que acabe transformando toda la ciudad.
Hay una barrera física, pero también social.
Evidentemente y esta es una lección que aprendimos con el 22@, y que hemos aplicado más tarde, que es que el urbanismo es un conjunto de subsistemas que se interrelacionan. Si no lo tienes en cuenta se genera un fenómeno de gentrificación y el éxito de esta parte de la ciudad genera un incremento de los precios.
Debes hacer un urbanismo que conecte con todo. En esto hemos avanzado mucho, porque hemos adaptado un modelo de innovación social, como los Citylabs, interconectando el distrito con el sistema educativo de la ciudad, de forma que todos los ciclos formativos se orienten hacia esta especialización productiva.
El 22@ es un caso de éxito, pero no se tuvo en cuenta todo esto.
Sí, hoy vivir en el barrio del Poble Nou es complicado, porque hace falta suelo de vivienda e innovar. Que haya un incentivo en la inversión, y que no sea ni todo público ni todo privado, explorando fórmulas, como puede ser el coliving. Debería haber residencias para emprendedores o un coliving asociado al coworking.
La dificultad de la vivienda es una de las grandes dificultades, sobre todo de cara a los jóvenes. ¿Cómo hay que abordar esta cuestión?
Haciendo un urbanismo que permita la mezcla de usos entre actividad económica y residencial en el distrito. En el 22@ se destinó el 10% del suelo a vivienda de protección oficial. Cuando miles de personas han venido esto ha tensionado la oferta residencial que había, que es la misma.
Estamos incrementando hasta un 30-40% el suelo residencial, con este componente de diversidad, y dejar otro 30 ó 40% para actividad económica. Los distritos innovadores son una especie de laboratorio vivo de la ciudad, en los que puedes hacer experimentos con las tecnologías más avanzadas para después extrapolarlo al conjunto de la ciudad.
El urbanismo debe ser más innovador?
De lo contrario vamos al colapso. Debemos ser innovadores en todo y aquí hay una ventaja que es ver cómo lo hacen los que nos han avanzado. No ser innovador en el siglo XXI es asegurar la decadencia de la ciudad y que la gente más preparada se marche.