No es cosa extraña conocer un par –o más– de casos de personas que llevan meses esperando para realizarse una intervención quirúrgica, una prueba diagnóstica o para que les den cita con el especialista. Como es evidente, la pandemia intensificó este lastre, que ya se arrastraba desde los recortes de la pasada década.
En enero de 2023, la situación era incluso peor que en junio del pasado año. Sin embargo, la implicación de los profesionales de la salud ha permitido que el embudo se haya ido ampliando –poco a poco, eso sí– a lo largo de los últimos meses. Un embudo cuya evolución futura dependerá del número de plazas sanitarias y de cuál sea su organización. Por el momento, los sanitarios denuncian que, pese a que ahora sí que hay capacidad inversora, existe una gran falta de personal.
Según la legislación vigente, el plazo máximo para realizar una intervención quirúrgica es de un año –siempre que tenga una prioridad baja–. Si es una prioridad media, el plazo es de 180 días y, si es preferente, de 90. Los datos de listas de espera sanitarias aportados y gestionados por el Servei Català de la Salut marcan que el Joan XXIII tiene una lista de 367 días para una intervención de prótesis de cadera. Cien menos que en enero de 2023 y cincuenta más que hace un año.
Las varices han pasado de 433 días en junio de 2022 a 334 en mayo de este año. Las operaciones de prótesis de rodilla, cataratas y artroscopia también han disminuido. En el Hospital Sant Pau i Santa Tecla, las listas de intervenciones son estables desde enero, pero se han incrementado desde el año pasado.
Para las pruebas diagnósticas, la espera máxima normativa es de 90 días si el caso es de prioridad ordinaria y de 30 si es preferente. En el Camp, el número de personas que aguardan para una prueba ha subido respecto el año pasado –de 9.663 a 12.948–, pero los días de espera medios han bajado –de 84 a 74–. En el Joan XXIII, tanto la colonoscopia como la ecografía abdominal han reducido el tiempo de espera. Por norma general, las pruebas también han bajado los plazos en el Hospital Sant Pau i Santa Tecla, que ha visto cómo hay alguna cuya espera sí que ha crecido, como la colonoscopia –de 434 días en enero de 2023 a 510 actualmente–.
Las consultas externas de especialidades marcan el mismo plazo límite que las pruebas diagnósticas. En todo el Camp, son 36.235 personas las que esperan para una primera visita del especialista, menos que las 38.971 del mes de enero, pero más que las 35.311 de junio de 2022. En la misma línea, la media de espera actual es de 85 días, menos que a principios de año –cuando eran 97 días– y más que en 2022 –con 77–.
En Joan XXIII, algunas como la traumatología y la ginecología registran unas listas superiores a las del 2022. Son siete meses para ver al traumatólogo. Por otra parte, otorrinolaringología ha pasado de 126 días a 86, mientras que la neurología ha bajado de 57 a 31.
En Sant Pau i Santa Tecla, salvo en la urología, donde se ha pasado de 92 días a 217, la reducción de las listas en las consultas de especialistas se hace más evidente: alergia, cardiología, oftalmología y traumatología son las que más se han reducido. El presidente del sector de hospitales de la sanidad concertada de Metges de Catalunya, Josep Maria Serra, advierte que «estos datos son solo de primeras visitas».
¿Por qué baja la espera?
El principal motivo que explica estas disminuciones es un incremento de la jornada por parte de los profesionales de la salud. «Por lo que a intervenciones quirúrgicas respecta, se está apostando por aumentar la actividad de una forma que no es habitual», expone la delegada de la junta de personal del Hospital Joan XXIII de Tarragona, Marina Roig. «Fuera de los horarios normales: por las tardes, o incluso en fines de semana... Todo el personal está realizando un sobreesfuerzo a cambio de una compensación económica», añade.
Todo ello porque, explica, hay una gran falta de trabajadores y de equipos para llevar a cabo las intervenciones: «Algunas de las que hacíamos aquí se derivan a otros centros, si el paciente quiere, para que se opere con el mismo profesional que los habría tratado en Joan XXIII, ya que no existe una estructura suficiente», confirma Roig. «Conozco casos de personas mayores a las que les han hecho ir a otra comarca para operarse», confirma Serra.
La delegada del Sindicat de Metges de Catalunya en Tarragona y doctora geriatra de la unidad de curas paliativas en Joan XXIII, Tani Francesch, indica que «la percepción que tiene la gente no es de que haya celeridad». «A mí me extrañan mucho estos datos, ya que, además, la plantilla se ha reducido últimamente; hay algunas patologías que directamente se rechazan porque no hay personal y porque se considera que no son lo suficientemente importantes», añade.
La falta de activos
«Lo ideal sería tener el personal estructural para cubrir la actividad demandada», destaca Roig. De hecho, se prevé que las jubilaciones de los facultativos incrementen la falta de trabajadores que ya hace tiempo que se arrastra. Y, en el caso de que se optara por ampliar las plazas de facultativos, tardaría en notarse, debido a los años de preparación requeridos. «No se está haciendo nada para prevenir la ausencia de personal», denuncia Roig. Para el próximo curso, el Departament de Salut indicó que incrementaría en 640 las plazas de Enfermería y en 145 las de Medicina. «Muchos estudiantes vienen a cursar el grado aquí y luego se van», apunta Serra. «Hay profesionales que igual tendrían una gran capacidad de asertividad, pero que se quedan fuera por no llegar a la nota de corte en la selectividad», reconoce Roig.
«Hace años que venimos avisando de que formar un médico es un trabajo de un mínimo de once años; y la administración intentará que profesionales que eduquen en cuatro años hagan de médicos», augura Francesch. En palabras de Serra, «convendría realizar una reestructuración de los recursos sanitarios, empezando por saber realmente cuáles son estos recursos». «Lo de hacer más a cambio de más hace años que está inventado, debería llevarse un control riguroso de cuántos profesionales trabajan en cada centro... Y ya vamos tarde», añade.
Las listas de espera son un mal endémico desde hace algunos años. A ello se suma la dificultad de sustituir a los profesionales que se jubilen próximamente, que provocarán que la necesidad de personal sea aún mayor que la actual.