El posCovid ha agravado la situación de las listas de espera en Tarragona, sobre todo en lo que atañe a las operaciones. Un ejemplo: los días de dilación para colocarse una prótesis de cadera han pasado en el Camp de Tarragona de 115 en 2019, antes de la pandemia, a 227, más de siete meses.
Lo mismo sucede con la rodilla: de 125 a 232, un 85% más. También pasa algo parecido con la intervención de cataratas, la tercera de estas cirugías que tienen un tiempo de referencia garantizado por ley de un máximo de 180 días que en esos dos casos no se cumple. En las cataratas el aumento de jornadas roza el 30%.
Pero no acaba ahí el listado. La demora para una artroscopia, una operación de varices, rinoplastias, obesidad mórbida o cirugías vasculares se ha disparado. En 2019 había 15.928 tarraconenses en el Camp a la espera de quirófano; en 2021, cuando aún se lidiaba con la pandemia, había 16.615; y ahora hay 18.524, un 16% más, según los diferentes balances del Departament de Salut.
¿Qué ocurre con los otros servicios de la sanidad pública? Entre noviembre de 2021 y octubre de 2022, los pacientes en cola para una prueba diagnóstica han subido un 43%, al pasar de 8.453 a 12.099, lo que podría indicar que son perfiles que están volviendo al sistema tras lo más duro de la Covid. En 2019, la cifra aún era más baja: 7.919.
Más días para una resonancia
Por pruebas, hay de todo, pero en general entre 2021 y 2022 aumentan los días de espera –un indicador más directo que el número de pacientes en cola– para aquellos procesos que afectan a una mayor cantidad de gente. El TAC pasa de 36 a 51 días, la colonoscopia de 131 a 152 y la resonancia magnética de 49 a 76. Por otra parte, baja la espera para ecocardiografías o mamografías.
Por último, hay 40.581 personas en el Camp esperando para la consulta con el especialista, un 23% más que hace un año (40.581), pero menos que en 2019 (47.706). Baja la espera para el dermatólogo, el neurólogo o el alergólogo pero sube para el cardiólogo, el oftalmólogo, el urólogo o el traumatólogo.
«No puede ser así»
El Departament de Salut defiende que se ha incrementado la actividad asistencial para reducir estas listas, aunque el nuevo conseller, Manel Balcells, ha calificado de «inaceptables» algunas demoras, en cuanto a la atención primaria o a las pruebas diagnósticas.
En su reciente comparecencia en la Comissió de Salut del Parlament, Balcells ha llegado a admitir que se les «llena la cara de vergüenza». «Es algo que está pasando y no puede ser así. Haré lo necesario para que no sea así», anunció. También ve «insostenible» la falta de accesibilidad actual a los CAP, ya que solo el 35% de los pacientes tienen acceso a una visita presencial a las 48 horas.
Balcells admite que «hay un incremento de entradas al sistema, en la lista de espera de todo tipo, tanto de pruebas diagnósticas como de cirugías y consultas externas». El máximo responsable de sanidad en Catalunya incidió en que «la espera para las intervenciones del corazón o el cáncer está igual que antes de la pandemia» pero, en cambio, «las de algunos procesos que están bajo garantía no lo están», pero «hay el compromiso de este conseller de que todos estos procedimientos garantizados que afectan la vida de las personas tengan el tiempo adecuado».
Lo cierto es que el sistema no se ha recuperado del impacto de la pandemia, si bien las listas de espera ya eran un problema crónico que se arrastraba. Desde Metges de Catalunya, sostienen que «estamos esperanzados por la voluntad expresa de intentar reducir estas listas de espera, pero faltan manos para hacerlo», indica David Arribas, vicesecretario general.
Arribas sostiene que «hacemos un diagnóstico de pesimismo, porque con la Covid ha habido un incremento de la inversión en salud pero no se ha traducido en una corrección de la listas ni de las condiciones laborales de las plantillas, que son las que tienen que conseguir eso». Para Arribas, «condiciona la falta de talento, de gente que se quiera quedar aquí».
El impacto del infradiagnóstico
De hecho, el conseller reconoce que el sistema está infrafinanciado y también mostró su compromiso con «mejorar las condiciones de los trabajadores». Arribas recalca que los recursos actuales no son suficientes, pero aún pueden quedar más desfasados en un futuro próximo. «Ahora comenzamos a ver y a diagnosticar a personas que no habíamos atendido antes por la pandemia, con patologías que estarán más avanzadas y, por tanto, con la necesidad de un diagnóstico más rápido. No estamos preparados para ello. En algún momento todo eso eclosionará, porque hay una parte de infradiagnóstico que acabará saliendo. Tú puedes planificar un plan de choque, pero sin personal que pueda llevarlo a cabo no haces nada», denuncia Arribas.
El responsable de Metges de Catalunya pone el foco en «la falta de médicos», con «especialidades que son deficitarias como anestesistas, psiquiatras o médicos de familia, y más aún en lugares como Tarragona, ya que como más te alejas de Barcelona más difícil es consolidar el talento». En último término, el gran damnificado, según Arribas, será el paciente: «Cada vez habrá menos profesionales que se quieran quedar en el sistema. Y nosotros podemos ir a la privada, que cada vez es más potente, o marcharnos al extranjero con el triple del sueldo».
En España, el Ministerio ha hecho balance esta misma semana. La lista para ser operado ha vuelto a batir récords: 742.518 personas aguardan una operación en el sistema público, con datos a 30 de junio de 2022. Son 35.778 más que el 31 de diciembre de 2021, cuando ya entonces se alcanzó el pico histórico en España.
El testimonio
«Tengo cataratas. Espero que no tarden en llamarme»
José Fernández lleva tiempo siendo víctima de las listas de espera. Esperó más de un año para una operación de hernia en Joan XXIII que las olas de Covid fueron postergando. Ahora está en lista de espera para una intervención de cataratas, una cirugía que tiene el tiempo de espera garantizado y ubicado en un máximo de 180 días. Lleva esperando 60. «Me dijeron que me podrían operar en el plazo de tres a seis meses. Ya llevo dos y espero que me llamen pronto», admite. Su afección impacta de lleno en su vida cotidiana: «De un ojo solo veo un 30%, es como una tela, así que eso me impide hacer cosas. El sol me deslumbra y ya empiezo a tener dolor de cabeza, así que confío en que no se demore la operación».