Cada vez es más común ver cómo la ropa de segunda mano adopta protagonismo en las nuevas tendencias de moda. La vida útil de las prendas no termina cuando algo está ‘viejo’. Siempre hay alguna alternativa para darle una segunda oportunidad. Y, ayer, en Sant Salvador se encargaron de llevarlo a cabo.
Ayer se celebró en este barrio un mercadillo de ropa sostenible. Lo gestionó La Biblioteca de les Coses, un proyecto que se lleva a cabo desde El Far, una cooperativa de comunicación social y participativa. Detrás de una parada de autobús había cuatro mesas y dos burros llenos de pantalones, camisetas y faldas. «Antes de las 17 h ya había gente esperando para ver cómo lo montábamos», explicó Cristina Rodríguez, socia de El Far y voluntaria durante toda la tarde.
«Nuestro objetivo es alargar la vida útil de la ropa. La fast fashion consume muchos recursos y contamina demasiado. Este es uno de los motivos por los cuáles estamos aquí», expuso Rodríguez. La fórmula era bien sencilla: la gente podía traer la ropa que quisiese y llevarse las prendas de forma ilimitada. Todo para todos. Además, también se dispusieron dos mesas con algunas personas voluntarias que se encargaron de enseñar los trucos más básicos de costura y así poder seguir alargando la vida útil de las prendas. Carmen y Lola eran dos de ellas y se pasaron la tarde cosiendo y transmitiendo sus conocimientos a todos los curiosos que se acercaron. «Nos parece muy bien esta iniciativa. Estamos aquí porque cuesta un poco concienciar sobre este tema. La gente está viniendo para aprender a arreglar los bajos de los pantalones y a coser botones. Estamos encantadas de poder enseñarlo», contaron ambas.
Es el cuarto evento que se organiza desde El Far. El de ayer fue el primero exclusivo de ropa y tuvo bastante éxito entre los vecinos de Sant Salvador, así como otros que se acercaron a propósito. «El tema de la ropa atrae mucho. Lo hemos hecho aquí porque es donde está La Biblioteca de les Coses. Además nos parece muy bien que salga en el programa de Santa Tecla para que la gente de la ciudad se acerque a conocer el barrio», afirmó Cristina.
Pero uno de los puntos clave del ‘mercado sin dinero’ fue intentar romper el estigma de la ropa de segunda mano. Y, para eso, las tiendas que han surgido durante los últimos años y que recientemente han hecho su boom, han ayudado bastante. «Tenemos que recuperar la costumbre de antes. La ropa que usaban nuestros padres y abuelos se aprovechaba y pasaba de generación en generación. Las tiendas de segunda mano están contribuyendo a dignificar el hecho de reutilizar la ropa», argumentó Cristina.
En el mercado de ayer no faltó detalle. Así como en las tiendas hay probadores con sus respectivos espejos, las organizadoras pusieron a disposición de los asistentes una furgoneta dónde poder probarse la ropa y así darle el visto bueno o no.
Hacia las 18 h ya se habían donado más de 40 kg. El recuento de prendas sirvió para introducirlas en el aplicativo y así poder calcular la cantidad de dióxido de carbono y de agua que se ahorraron ayer. Usar ropa de segunda mano no es de pobres. También puede ser una decisión política y eventos como el de ayer sirvieron para aportar su grano de arena para evitar el gasto de recursos que se mueve en la industria de la moda.