Se llama Francisco Gil Salas y tiene 62 años. Nació en Casablanca, Marruecos, y vino a vivir a España con tres. Tiene nacionalidad española y vive en Tarragona desde mayo. Duerme en una parada de autobús en la zona de Llevant.
Dice que «esto no lo busca nadie, no hay una escuela de mendigos», pero su apariencia no es la de un indigente. Limpio, digno, educado, viene a la redacción porque quiere que le escuchen. Tiene una idea para convertir el antiguo preventorio de La Savinosa en una residencia para mayores con pocos recursos. Cree que allí también se podría dar trabajo a personas sin techo y, a la vez, atender a quienes tienen problemas de adicción. Ya ha entregado su propuesta en la OMAC.
No perder el impulso
Francisco llegó a Tarragona procedente de Molins de Rei. Vino aquí porque quiere recuperar a su hija, que ahora debe tener 36 años, y con quien perdió relación hace 16. Cree que vive cerca.
No entramos en detalles sobre que La Savinosa está abandonada desde 1976, pero su propuesta es una buena excusa para hablar con él. Relata que trabajó durante 30 años, la mayor parte del tiempo en el sector de la automoción, siempre en subcontratas de ingeniería hasta que la faena comenzó a escasear. Hace cuatro años le dejaron de llamar.
Cobra una ayuda para mayores de 52 años, pero todavía está pagando un crédito que pidió para hacer frente a unas deudas. Con lo que le queda en la cuenta «o duermes o comes», dice. Trata de no perder «el impulso, la rebeldía», pero reconoce que lo tiene complicado. «A pedir trabajo no puedes presentarte con una maleta». Nos regala una libreta manuscrita explicando cómo se vive en la calle. La primera página lo dice todo, la suya es: «La realidad de un sueño del que todos desean despertar: dejar de ser INVISIBLE».