El uso cotidiano de la bicicleta en el ámbito urbano del Camp de Tarragona tiene «mucho margen de mejora». Así lo pone de manifiesto un estudio impulsado por el grupo de investigación Gratet, de la Universitat Rovira i Virgili, el cual por primera vez ofrece una exhaustiva radiografía sobre la infraestructura en el territorio y el uso de este medio de transporte por parte de la ciudadanía.
Los datos son elocuentes. El 73% de la población asegura que la falta de carriles bici segregados y seguros es la principal barrera para su utilización. Un elemento que según el autor principal del estudio, Xavier Delclòs, es «determinante» de cara a promover este vehículo de dos ruedas en los desplazamientos cotidianos. «A veces tenemos un mosaico de infraestructuras que cuesta de entender, con carriles bici que son estrechos, unidireccionales o que son compartidos con los viandantes, mientras que vemos que cuanto más sencillos y evidentes, mejor», afirma.
El estudio se ha hecho a partir de una encuesta ciudadana en la que han participado 1.000 personas y que se ha complementado con datos cartográficos de la red existente en las ciudades de Tarragona, Reus, Salou, Cambrils, La Canonja y Vila-seca. En total suman 141,5 kilómetros de carriles bici, la mayoría en espacios segregados respecto a los vehículos motorizados.
Tres de cada cuatro encuestados afirman que utilizarían la bici si existiera una infraestructura accesible y de calidad. Y, de hecho, tan solo el 26% cree que en su municipio es fácil y seguro circular sobre este medio de transporte. «En un contexto con un uso superior al 10% el peso de los carriles bici es menos importante porque tienes una masa crítica que atrae usuarios. No obstante, cuando hay una utilización muy baja hace falta alguna cosa para incentivar y fomentar esta etapa inicial», argumenta Delclòs. Es lo que se conoce como la estrategia build and will come (construye y vendrán). Y en el caso del Camp de Tarragona puede verse como tan solo un 1% de los desplazamientos cotidianos se hacen en este medio de transporte.
La cifra sube hasta el 5% cuando de lo que hablamos es de la población que utiliza la bicicleta en su día a día. Aquí la hegemonía la tienen los desplazamientos a pie, seguido por el vehículo privado y en menor medida también el autobús. Según Delclòs, «deberíamos fijarnos como objetivo un umbral del 8 o el 10% de los desplazamientos».
El estudio también entra a analizar la convivencia en las ciudades con el vehículo privado. «Cuando se toca el tema del aparcamiento es la parte más sensible y en la que vemos que decae el apoyo», argumenta Delclòs. Tan solo el 25% de los encuestados se muestran favorables a reducir el espacio de estacionamiento a favor de la bicicleta, mientras que el 46% cree que hay que reducir el espacio de circulación para dedicarlos a la movilidad sostenible. Un último elemento a tener en consideración sobre este aspecto es que el 62% de la población está de acuerdo en que hay que reducir la velocidad de los coches.
En otro de los apartados se pregunta alrededor de la bici compartida. De momento en ninguno de estos municipios hay una opción en marcha, aunque La Ganxeta empezará a circular por Reus a finales de año, y Tarragona tiene a licitación el contrato para que pueda ser una realidad. Al respecto, el 40% de los encuestados asegura que la utilizaría, cifra que crece en otros cinco puntos si le sumamos los que dicen que lo harían si estas fueran eléctricas. «En esta fase inicial, la bici compartida sirve especialmente para establecer unos hábitos y podría animar a más gente», argumenta Delclòs.
Pese a ello, este también defiende que «es importante ver cómo funciona y si en un futuro hay una incongruencia de incompatibilidad entre los diferentes operadores cuando llegues al límite de los municipios». De momento, cada uno de los ayuntamientos está pensando en su propio sistema. Pese a ello, un modelo compartido a nivel de Camp de Tarragona podría tener un cierto sentido. Y es que el estudio se pone encima de la mesa en un momento en el que se está debatiendo diferentes instrumentos como el Pla Director Urbanístic, el POUM y el Pla Director de Mobilitat. Asimismo, la bicicleta no puede vivir ajena al resto de proyectos en materia de movilidad, como es del tranvía. «Es una nueva forma de transporte colectivo que debe ser estructural y estructurante, por lo que deben ponerse las condiciones para fomentar la intermodalidad con paradas seguras para las bicicletas o que incluso se permita que puedan subirse».
De hecho, otro de los factores que apuntan estos usuarios es que «hacen falta más aparcamientos» y que, para que esta intermodalidad sea una realidad los principales nodos de movilidad deben estar equipados. «En muchísimas estaciones ni siquiera hay un rack para bicicletas», dice el investigador del Gratet.
Con el conjunto de estos datos encima de la mesa, Xavier Delclòs manifiesta que «la percepción es que esta es una cuestión que todo el mundo tiene en la agenda y se están haciendo cosas en la buena dirección, pero hay mucho camino por recorrer». La ciudad de Tarragona ponía en marcha hace relativamente poco el carril bici Educacional y está a la espera de iniciar las obras en la N-340 para el carril bici de Llevant y la ampliación del Pont del Francolí, que facilitará la conexión con Ponent. Asimismo, también están planificadas las conexiones para dar continuidad a la infraestructura litoral, que recorrerá de este a oeste toda la ciudad.
El portavoz de la cooperativa L’Escamot, Pedro Redondo, apunta a partir del estudio que «las condiciones para que haya un trasvase de modalidad las tenemos, el problema es que hay miedo a utilizarla por la priorización del vehículo privado y por la falta de una infraestructura que te invite». El colectivo «celebra» que los datos muestren esta correlación entre ambos aspectos. «Lo que podía pensarse que era una opinión ahora tenemos los datos que lo corroboran».
Redondo es claro: «Necesitamos una coordinación entre los municipios del núcleo central del Camp de Tarragona, en los que vive prácticamente medio millón de persones en un radio de unos quince kilómetros con una orografía llana». «Ahora, –añade– lo que hace falta es que los políticos se lo crean y sigan los pasos de territorios y ciudades en los que en los últimos cuatro años se han llevado a cabo cambios espectaculares, como Logroño».
Este se muestra convencido de que «pueden hacerse transformaciones importantes a un coste asumible». Los fondos Next Generation han incentivado un cambio en este sentido. «Reus y Tarragona no lo están aprovechando. El Camp de Tarragona no ha subido todavía a ese tren, porque está muy bien y celebramos que por fin haya un estudio que nos aporte datos, pero hace falta que la clase política se lo crea», concluye.