David Serra sale cada día del Joan XXIII a eso de las 8 de la mañana y suele hacer una foto que cuelga en Twitter y que muestra el entorno desierto del hospital. Así celebra que se acaba de quitar el pesado traje que debe llevar a diario. Atrás quedan diez horas de trabajo extenuante en noches raras y muchas veces agotadoras. «Ves muchas caras nuevas, de repente ves que sea rejuvenecido el personal. Todos vamos enmascarados. Hay gente joven que entra y sabes que no es la mejor manera de hacerlo y también la reincorporación de jubilados que aportan su experiencia valiosa. Hay también una sensación de que todos somos anónimos», explica David, una pieza clave también en el engranaje sanitario del hospital público tarraconense de referencia.
El celador moviliza a enfermos y ayuda al personal sanitario en diferentes ámbitos. «Mi trabajo ha cambiado sustancialmente y tiene poco que ver con lo que hacía antes. Yo estoy en la zona quirúrgica, que ha mutado. Estas áreas se han convertido en espacios para los pacientes de Covid-19», añade.
Para David, «el trabajo es muy estresante, desde el principio hasta el final, porque hemos estado saturados de pacientes». Serra reconoce que «todo el mundo hace lo que puede, se está haciendo un sobresfuerzo y, en general, manda una sensación de agotamiento, porque el ritmo de trabajo es muy elevado». Su área de trabajo, reconvertida en cuidados intensivos, ha pasado de tener unos 15 trabajadores a cinco, porque el resto han ido a reforzar las atenciones vinculadas al coronavirus, la gran prioridad.
David Serra, a pesar de no estar en primerísima línea del coronavirus, tratando a pacientes, sí tiene que protegerse con todo el material pertinente: «Mantenemos todas las medidas y extremamos siempre la precaución, porque muchas veces no sabes si el paciente que te suben a operar puede tener el virus, aunque no presente síntomas. Romper una eventual cadenas de contagio es nuestra obligación».
Menos urgencias
Serra es clave para procurar asistencia y logística en todo lo que tenga que ver con intervenciones quirúrgicas nocturnas, desde trasplantes a todo tipo de operaciones de urgencia, algo que, por fortuna, ha descendido en las últimas semanas a raíz del confinamiento. «Las urgencias graves han bajado, se han atenuado bastante y eso nos ha dado un respiro. Las operaciones han bajado su ritmo, y en general no son programadas, solo se hacen las estrictamente necesarias».
La doble mascarilla o la visera forman parte de un atiendo exigente («llevarlo es durillo, todo es mucho más cansado») para evitar al máximo el riesgo de contagio en el traslado y manejo de pacientes.
A David, crítico de cine y un absoluto enamorado del séptimo arte, le vienen referencias por esta época tantas veces recreada con sabor a apocalipsis en el imaginario colectivo fílmico. «Nadie se hubiera imaginado esta realidad, que nos remite a tantas películas. Algunos intentamos apelar al humor para sobrellevar esta gravedad», apunta.
Se entrega a la ironía, a la inteligencia y, cómo no, al agradecimiento de los balcones a las ocho de la tarde, poco antes de que David empiece su jornada, siempre nocturna. En estos momentos tan extremos también surge una fuerza común. «Entre los compañeros hay una gran solidaridad. Todos nos apoyamos, los unos con otros, porque todos nos necesitamos. El desgaste psicológico es muy alto», reconoce, reponiéndose a ese vaivén constante de sensaciones: «La gente está viviendo tragedias personales muy fuertes, con ese dolor de las familias que no pueden despedirse. Luego está la alegría de los que salen, porque cada vez vemos a más personas que tiran hacia adelante».
A eso se aferra David para convertirse en un asidero moral para los momentos más bajos. Él apela a sus tablas –más de 30 años al pie del cañón en Joan XXIII– para aliviar a los que le rodean: «Quizás por la veteranía llevo la situación bien. Estás triste, por la presión, y por el cansancio físico acumulado de gente que da el 100%. Al final me encargo un poco de dar serenidad, también de cara a los pacientes. Personalmente no tengo miedo pero sí lo noto en la gente. Por eso muchas veces intentas tranquilizar y calmar un poco los temores».