El proyecto de videovigilancia en la Part Alta también incluirá la instalación de cámaras en dos puntos un poco más alejados del núcleo histórico. Se trata del ascensor del Amfiteatre Romà –ubicado en la Via Augusta y conocido por sus constantes averías–, y en el Teatre Tarragona, en la Rambla Nova. En este caso, la cámara estará enfocada dirección Balcó del Mediterrani, teniendo en cuenta el gran número de tentativas de suicidio que se registran en el lugar. Ambas ubicaciones estarán vigiladas al mismo tiempo que las calles de la Part Alta. La redacción del proyecto está prácticamente acabada y las localizaciones de las cámaras ya decididas. Si la contratación va sobre lo previsto, los dispositivos podrán instalarse entre finales de este año y principios del que viene.
«Hemos creído conveniente poner vigilancia en el ascensor que lleva al Amfiteatre porque desde hace años es víctima de actos vandálicos. Hay que evitarlos por dos motivos: primero, porque lo dejan inoperativo durante días, lo que dificulta el acceso al monumento a las personas en silla de ruedas y, en segundo lugar, por el coste que tiene arreglarlo para las arcas públicas», explica la concejala de Seguretat Ciutadana, Cristina Guzmán. Quizás esta sea la manera de que el ascensor deje de ser un punto caliente de la ciudad.
La otra cámara se instalará en el Teatre Tarragona. «Apuntará dirección a la zona del Balcó del Mediterrani. Nos servirá para investigar hechos que ocurren allí, como por ejemplo, robos de carteras a turistas», apunta Guzmán. Además, la concejala añade que el Balcó es uno de los puntos de la ciudad donde se registran más tentativas de suicidio.
Además de estas dos localizaciones extramuros, el proyecto de videovigilancia de la Part Alta contempla 27 cámaras repartidas entre las plazas Pallol, de la Pagesia, Santiago Rusiñol –más conocida como Plaça de les Cols–, en la de Sant Antoni, Carles Llorach, Plaça de la Font, del Rei y del Fòrum, en la Casa Canals y en la Rambla Vella, entre otras. Las cámaras se instalarán en aquellos edificios municipales que cuenten con fibra óptica. De esta manera se evitará llevar a cabo obra civil, lo que encarecería y retrasaría el proyecto. «Esto significa que no podemos vigilar todas las calles que nos gustaría», comenta la concejala.
Esto preocupa un poco a los vecinos, quienes han colaborado con el Consistorio en la ubicación de estos dispositivos. «Lo ideal es que estas cámaras controlen, sobre todo, los puntos de entrada y de salida del casco antiguo», explica Sergi Carrillo, portavoz de la Associació de Veïns del Carrer Merceria i Voltants-Part Alta. Carrillo teme que haya una parte del núcleo histórico que quede desprotegido, como es el caso del entorno de la Plaça de Sant Miquel o las calles Abad y Cavallers, «donde últimamente se ve cierto movimiento delincuencial», dice el representante vecinal. Otro de los puntos que preocupan es la Plaça de L’Escorxador. «En esta parte de la Part Alta no hay edificios municipales que cuenten con fibra óptica. Se deberá buscar la colaboración con otras instituciones, como por ejemplo, la Universitat Rovira i Virgili, que tiene el rectorado allí», aconseja Carrillo.
Objetivo: evitar botellones
El Ayuntamiento decidió apostar por las cámaras de videovigilancia tras una larga reivindicación vecinal, motivada por la oleada de peleas y delitos que se vivieron durante una temporada en la Part Alta. La realidad es que la situación se ha calmado, pero siguen habiendo puntos calientes que son de interés policial. «En el casco antiguo confluyen factores que justifican la presencia de cámaras. Aquí se concentra la mayor parte de ocio nocturno, de turistas y de patrimonio histórico», explica la concejala de Seguretat Ciutadana. Las cámaras de videovigilancia buscarán evitar botellones en la vía pública, y también actos incívicos contra monumentos, entre otras funciones. «Confiamos en qué la presencia de cámaras actúe como elemento disuasorio, sobre todo, en puntos como la Baixada Misericòrdia. Estamos cansados de ver a jóvenes bebiendo en la vía pública, noche tras noche», explica el presidente de la asociación de vecinos, Sergi Carrillo.
El proyecto de vigilancia en la Part Alta se está desarrollando en dos fases. La primera fue la instalación de nueve cámaras en el perímetro de seguridad del Ayuntamiento. La actuación se llevó a cabo hace unas semanas y costó 9.000 euros. El objetivo es que no se repitan las pintadas en el Palau Municipal.
La segunda fase prevé gastarse 150.000 euros –dinero que se consiguió a través de un modificativo de crédito–, en las 27 cámaras repartidas por la Part Alta y en un grabador potente, con alta tecnología, que consiga concentrar las grabaciones de todas las cámaras que hay en la ciudad en un solo dispositivo. «Actualmente estamos trabajando en cuáles deben ser las características que reúna este aparato», explica la concejala Guzmán. Una vez este tema se esclarezca, empezará a moverse la maquinaria de contratación.
«Somos conscientes de que las cámaras no son la solución a todo, pero sí son una herramienta que nos ayuda a dos cosas: a detectar hechos delictivos y a crear una mayor sensación de seguridad entre la población», comenta Guzmán, quien añade que «además, estos dispositivos tienen un efecto disuasorio, que lo que hace es desplazar los delitos a otros puntos de la ciudad». Actualmente, la única zona de la ciudad que cuenta con dispositivos de vigilancia es el Barri del Port.