Las asociaciones de vecinos de Bonavista y de la Granja abandonaban a finales de septiembre la Federació d’Associacions de Veïns de Tarragona (FAVT). Un síntoma claro de la guerra que hay abierta entre algunas de estas entidades desde hace muchos meses y que ahora parece haberse dinamitado. Pero no solo en los barrios de Ponent se hace patente este malestar. Son muchas las zonas de Tarragona donde la relación entre las entidades vecinales no es fluida. Es el caso de la Part Alta, donde conviven hasta seis asociaciones de vecinos, o de las urbanizaciones de Llevant, donde alguna de ellas, como la de la Móra, no forma parte de la Federació d’Associacions de Veïns de Llevant.
Los egos personales de los líderes, la irrupción de los partidos políticos en estos entes y la dispersión urbanística propia de la ciudad de Tarragona podrían ser algunas de las causas que llevan a esta situación. Las consecuencias son la creación de más asociaciones vecinales y la falta de credibilidad hacia ellas por parte de la sociedad tarraconense.
La naturaleza urbanística de la ciudad también propicia el gran número de asociacionesNos centramos en el último episodio. Ocurría hace apenas unos días, cuando la FAVT anunciaba a través de un comunicado que las asociaciones de vecinos de Bonavista y de La Granja dejaban de formar parte de la federación. La FAVT lamentaba la decisión porque lo considera «perjudicial para los intereses de los vecinos». Ni la federación ni las asociaciones han querido explicar por el momento los motivos de su ruptura. El presidente de la asociación de vecinos de La Granja, Francisco Rosillo, decía ayer que «la FAVT no es competente para solucionar los problemas del barrio». Por su parte, Loli Gutiérrez, líder vecinal de Bonavista, prefirió no mojarse a la espera de un comunicado.
Pese a este silencio, detrás del divorcio habría un problema personal entre los responsables de ambas entidades que se arrastra desde hace años. Prueba del mal rollo que hay es la ausencia de la FAVT, por ejemplo, en las concentraciones que se han llevado a cabo en las puertas de los centros de atención primaria de Bonavista y La Granja, reivindicando mejoras asistenciales. Alfonso López, presidente de la FAVT, insiste en que su manera de funcionar es a través de comisiones temáticas. «Es una línea de trabajo más constructiva», aseguraba la federación en el comunicado.
Barrios con seis asociaciones
Este no es un hecho aislado. Es un patrón que se ha visto repetido en otros barrios y zonas de la ciudad y que siempre acaba con la creación de otra entidad. Gemma Fusté, responsable de la Federació d’Associacions de Veïns de Llevant, lo ve así: «Los vecinos de un mismo barrio deberían ponerse de acuerdo en las reivindicaciones. Pero parece ser que resulta más fácil y cómodo formar una nueva asociación que llegar a un consenso con la ya existente». Siguiendo esta tendencia y con datos del año 2017, Tarragona es la ciudad española con más entidades vecinales por número de habitantes. Actualmente hay 70 asociaciones y tres federaciones para 132.000 habitantes. En cambio, en Reus –con 103.000 ciudadanos–, hay 41 asociaciones y una sola federación que engloba a la mayoría de entidades. «La manera de funcionar de estas asociaciones, a menudo, conducen a episodios de conflictos. Y estos conflictos son justamente los que generan la fragmentación actual», opina Fusté.
Algo así ha pasado en la Part Alta de la ciudad, donde actualmente conviven hasta seis asociaciones, la mayoría de ellas inactivas. Una de las que está reactivándose en los últimos meses es la de la calle Merceria i Voltants. «Ahora también añadimos al nombre Part Alta, porque luchamos para la mejora de todo el barrio», dice su presidente Sergi Carrillo, quien añade que «no quiero entrar en lo que hacen las otras. Ellas sabrán. Nosotros lo que queremos es trabajar para todo el casco antiguo».
La Part Alta no es la única zona con overboking de asociaciones. Otros ejemplos son Sant Pere i Sant Pau y Sant Salvador, barrios donde hay dos entidades.
Jacinto Moreno, presidente de la Federació de Veïns Segle XXI, opina que es negativo que haya tantas asociaciones. «Nunca acabamos de ponernos de acuerdo, cada uno dice la suya y, entre unos y otros, no avanzamos», dice Moreno, quien añade que «sería muy beneficioso para la ciudad si todos fuéramos a una, si las reclamaciones fuesen conjuntas». En esta misma línea opina Gemma Fusté, de Llevant, quien también ve desventajas a la hora de repartir las subvenciones. «Cuantas más entidades hay, menos toca a cada una», dice Fusté, quien pide a las administraciones una normativa que permita regular el número de asociaciones.
La irrupción de la política
Otra de las causas de esta crisis ha sido la irrupción de los partidos políticos en el día a día de las entidades. Se trata de una relación bidireccional, que beneficia a ambas partes. A las formaciones políticas les interesa tener el control de estas asociaciones para ganar votos –sobre todo en los barrios–, mientras que a algunos de los presidentes vecinales lo ven como una especie de trampolín para pasar a ser concejales.
Los intereses políticos han entrado de lleno a estas entidades y algunos líderes las utilizan para desgastar a los diferentes gobiernos municipales. «La gente no es consciente de la fuerza que tienen los movimientos sociales», explica Fusté. Este fenómeno ha favorecido a la desafección de la ciudadanía frente a las asociaciones.
Otro de los motivos que nos ayudarían a entender el gran número de entidades que hay en la ciudad es la naturaleza urbanística propia de la ciudad. «Tarragona es muy dispersa y cuenta con realidades muy diferentes. Nada tiene que ver lo que piden las urbanizaciones de Llevant con lo que reivindican los barrios de Ponent», acaba Fusté. Para terminar, cabe apuntar que también hay asociaciones que trabajan duro con el único objetivo de mejorar la vida de sus vecinos. Es de justicia reconocerlo.