Todo depende del prisma con el que se mire. Tan cierto es que el paro creció en Tarragona en julio por primera vez desde 2012 como que en ese mes fue la sexta provincia de España en aumento de número absoluto de contratos firmados. Tan verdad es que el desempleo ha subido en el séptimo mes un 0,23%, un registro inédito desde hace una década, en plena gran crisis económica, como que Tarragona parece amortiguar la embestida con cierto aguante: el número de contratos creció un 4,14%, cuando estos están cayendo en buena parte de las provincias, empezando por Catalunya. En Barcelona aumentan, pero solo un 1,21%, y descienden en Lleida y, sobre todo, en Girona, otro enclave turístico que firma un retroceso de más del 6%.
Es cierto que estas estadísticas de paro no tienen nada que ver con las de los años duros de la pandemia. Hay casi un 16% menos de desempleados –más de 7.600 personas– que hace un año, y un 27% menos en relación a aquel julio del primer año de la Covid-19, con una temporada turística hundida y prácticamente a cero.
Pero lo que preocupa es el cambio de tendencia y saber hasta qué punto el incremento del paro –un 0,11% en España y un 0,98% en Catalunya– en un mes de habitual crecimiento anticipa esos nubarrones económicos de otoño.
La inercia negativa tiene, eso sí, algunos matices. La Generalitat ha focalizado el aumento del paro en las actividades complementarias de educación. El secretario de Treball, Enric Vinaixa, dijo ayer que el desempleo se concentra en el sector de las actividades complementarias de educación y ocio, especialmente en la provincia de Barcelona. Vinaixa quiso poner en valor el aumento de 13.306 afiliados a la Seguridad Social, lo que «demuestra que Catalunya afronta mejor que otros lugares del Estado» la actual zozobra económica. En la afiliación, Tarragona muestra un comportamiento positivo, con 343.127 personas en la Seguridad Social, casi 5.000 más, un incremento del 1,47%.
Los sindicatos admiten la incertidumbre aunque con algunas reservas. UGT destacó la creación de 13.306 puestos en Catalunya y señaló, en la línea del Govern, que «la mayor parte de los nuevos parados corresponden a educación, actividades deportivas y de ocio y actividades asociativas» y que son, «fundamentalmente», de la provincia de Barcelona.
El insólito paro del turismo
En clave territorial, el buen comportamiento del turismo puede ser uno de esos asideros para la provincia. El sector servicios aumentó solo en dos personas el número de parados –en Girona, por poner un ejemplo cercano, fueron 116–. Se da, prácticamente, un equilibrio, aunque hay que tener en cuenta que en julio de 2021 el número de desempleados en servicios en Tarragona descendió en 2.932 personas. En 2019, un año sin marcar por la pandemia, el desempleo en ese sector bajó en 75 personas y en 2018 lo hizo en 242 individuos.
Que el sector servicios incremente ahora el número de parados es algo insólito, que no sucedía en Tarragona desde 2008. Hace 14 años, la nómina de parados en los servicios –se incluye básicamente el turismo– subió en 460 personas, una señal de alarma ante el fin del frenesí inmobiliario.
En esa constante disyuntiva de ver el vaso medio lleno o medio vacío, aparece otro factor positivo. La contratación indefinida, bajo el paraguas de la reforma laboral, sigue batiendo récords. Los vínculos laborales fijos se han quintuplicado en un año, al pasar de 3.205 a 15.604 en julio.
En este último mes, han supuesto el 48,5% de los contratos firmados. En el acumulado de 2022, el 59%, casi seis de cada diez, eran temporales y el 41% indefinidos. Un año atrás, la fortuna de hacerse con un contrato indefinido recaía solo en el 10,41% de casos.
Juan Gallardo, economista del gabinete de estudios de la CEPTA, ofrece claves: «Son unos malos datos. Las empresas están contratando menos porque las perspectivas son más negativas». El economista señala esa doble vertiente: «Vivimos una situación muy extraña. A nivel macro la gente está muy asustada, y a nivel micro también. Hay muchas empresas con carga de trabajo, como el sector informático, la restauración o la hostelería, pero está todo el mundo receloso por lo que pueda suceder».
Gallardo sostiene que «hay algo que marca todas las cuentas, que es la inflación, y que nos lleva a una situación en la que es difícil tomar decisiones». Debido a que «es muy difícil que las empresas puedan repercutir precios, igual que es complicado que los salarios recojan el incremento del IPC, se acaba teniendo necesidad de ajustar en términos de coste, y ahí donde más pueden decidir es en el personal».
De ahí que «haya empresas que opten por retenerse, no incrementar la plantilla o incluso soltar a alguien si es posible». Para Gallardo, Ucrania marcará el futuro: «Si la guerra se reconduce y se atemperan las expectativas de inflación, veremos una relajación y una normalización del entorno económico, volviendo a dinámicas de creación de empleo similares a 2018 o 2019. Si las tensiones geopolíticas se agudizan, el panorama va a ser muy complicado y seguiremos destruyendo empleo».
Las personas sin trabajo suben en las cuatro comarcas ebrenses, mientras el litoral resiste
«La hostelería y la restauración están funcionando bien, emplean a la gente disponible pero no van más allá por la incertidumbre», resume Juan Gallardo. Que el turismo sostiene en parte el mercado laboral lo demuestra el análisis por comarcas, que enseña ritmos distintos en la provincia, según allí donde se ponga el ojo en los datos de julio con respecto a junio. Así, el paro retrocede en lugares de litoral de mucha pujanza turística como el Tarragonès o el Baix Penedès pero crece en el interior –el Alt Camp, la Conca de Barberà o el Priorat son dos ejemplos– y se ensaña especialmente con las Terres de l’Ebre. Las cifras de personas sin trabajo suben en las cuatro comarcas ebrenses.