Maite lleva más de treinta años recorriendo cada día el mismo camino entre su casa, cerca del Hospital Joan XXIII,y su lugar de trabajo, el Col·legi d’educació especial Sant Rafael. En su haber lleva unas cuantas caídas, incluida una estando embarazada, «y eso que me conozco todos los agujeros». Son apenas quince minutos de caminata en los que hay que estar bien despierto y que se convierten en toda una odisea cuando llueve porque se forman «auténticas lagunas» que obligan a bajar a la calzada.
Cuenta que en este tiempo el camino que transcurre paralelo a la N-240 y que une el centro con Sant Pere i Sant Pau siempre ha estado en las mismas «deplorables condiciones».
Un Google Maps suicida
Nos fiamos del Google Maps para tratar de hacer un recorrido desde el hospital hasta Sant Pere i Sant Pau y nada más llegar a la rotonda que une la calle Mallafré Guasch desistimos. ¡El asistente nos manda cruzar atravesando los cuatro carriles de la Nacional 240! Solo le falta especificar que saltemos el quitamiedos para completar su recomendación suicida.
Luego nos damos cuenta de que no son pocas las personas que atraviesan aquí la carretera jugándose el tipo, incluso con niños. En una esquina, de hecho, quedan restos de cristales que hablan de algún accidente.
Decidimos pues desandar el camino hasta la rotonda de la Avenida Catalunya, donde sí hay un paso de peatones. Por un momento parece que habrá una acera en condiciones, pero la ilusión dura poco; enseguida el camino se vuelve de tierra. Además hay que disputar el espacio a los coches, mal aparcados, para pasar.
Es imposible pasar por el lugar con una silla de ruedas, no solo por lo abrupto del camino, sino porque en el mismo se interponen las farolas, las señales de tráfico y hasta un poste oxidado que recuerda que allí hay una parada de autobuses interurbanos.
La situación no es mejor para las sillitas de bebés o cualquier cosa con ruedas, como reconoce una mujer que viene arrastrando trabajosamente un carro de la compra desde la sede de Creu Roja, ubicada en la misma N-240. La sensación de abandono la completa la basura en los bordes del camino. Hay hasta un patinete de alquiler abandonado.
En el recorrido nos encontramos con todo tipo de viandantes. Abundan los estudiantes que van y vienen de la Universitat Rovira i Virgili, de la Escola d’Art i Disseny, del Institut Comte de Rius... Encontramos a señores como Francisco, que ha ido a «quemar el colesterol», gente paseando el perro, vecinos que van de SantPere i Sant Pau al Hospital Joan XXIII, personas que van del centro al Consulado de Marruecos... Hay, incluso, una señora con bastón que se ha despistado y que se percata tarde de que del lado derecho (viniendo de Valls a Tarragona) no hay acera. La mujer camina todo el rato por el arcén, desde la rotonda de Joan XXII hasta la pasarela peatonal que cruza la carretera en la zona educacional, casi un kilómetro.
Todos con quienes hablamos celebrarían una acera en condiciones. Y más de uno sugiere una escalera en el camino de tierra que ha formado la gente para llegar al barrio. «Seguro que no costaría tanto que esto fuera un poco más digno», dice Yolanda, una vecina.
La esperanza del PP 1
Aunque se trata de una carretera nacional y por lo tanto es competencia del Estado, Xavier Puig, concejal de Urbanisme, dice que «se pueden hacer cosas y esta entrada a la ciudad nos la planteamos como una prioridad».
Reconoce que se trata de un trayecto «indigno» y explica que la situación por fin se está desencallando en dos vías. La primera tiene que ver con la negociación con el Estado para la cesión de carreteras, «que está muy adelantada» y que permitiría al consistorio hacer inversiones aquí.
Lo más inmediato, no obstante, es la urbanización del Plan Parcial 1 (Quatre Garrofers), que, como explica Puig, contempla la creación de una acera en condiciones, además de un semáforo con paso de peatones cerca de la rotonda de Joan XXIII, con lo que se solucionaría la situación de peligro de quienes cruzan ahora por la carretera.
Aunque prefiere no dar plazos, Puig confía en que la urbanización comenzará entre este año y el que viene. Además, señala, desde el gobierno municipal la intención es completar los trabajos que hagan falta. Más adelante, además, cuando se ejecute el PP30 (Pou Boronat), se construiría la acera en el otro margen de la carretera.
La intención, señala, es «reducir estas carreteras que parecen abandonadas y apostar por calles urbanas más amables para las personas». Se lo explicamos a Maite y dice que «espero verlo antes de jubilarme».