La declaración del palacio medieval de Ca l’Ardiaca de Tarragona como Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN) proporciona más herramientas a las administraciones para poder garantizar su conservación.
El director de los Serveis Territorials de Cultura en el Camp de Tarragona, Ricard Ibarra, indica que la conservación de los inmuebles catalogados recae en la propiedad, pero facilita que los organismos públicos puedan ejercer presión.
Además, en caso de que el inmueble se pusiera a la venta o se subastara, la Generalitat tendría un derecho de tanteo, e incluso el consistorio lo tendría con preferencia. Con todo, Ibarra confía en que las dos administraciones y la propiedad “vayan de la mano” para “buscar soluciones” al delicado estado del palacio.
Ca l’Ardiaca lleva más de diez años apuntalado con una gran estructura exterior, en medio del Pla de la Seu, justo frente a la catedral de Tarragona.
En junio del año pasado se tuvieron que realizar obras de emergencia debido a problemas estructurales en el interior, ya que se derrumbó parte del techo y existía riesgo de nuevos derrumbes que podrían haber afectado a varios elementos patrimoniales.
El Ayuntamiento de Tarragona actuó subsidiariamente e invirtió más de 600.000 euros, que, por el momento, la propiedad no ha devuelto. El consistorio querría continuar con la rehabilitación, pero está a la espera de las decisiones que tome Desarrollos Arbe, propietaria del edificio. Con la declaración de BCIN, los propietarios también tienen acceso a nuevas líneas de subvención para realizar obras.
De hecho, la opción de la expropiación sobrevuela el inmueble desde hace años. Sobre esta posibilidad, Ibarra manifiesta que “el objetivo de la Generalitat es que se conserve en buenas condiciones y que se rehabilite en la medida de lo posible”. En cualquier caso, considera que “debería ser el ayuntamiento quien lidere el proceso” y “haga propuestas” sobre qué hacer con el edificio.
Aun así, asegura que las dos administraciones “van de la mano”. “Todos queremos que se rehabilite de la mejor forma posible, que se retiren esas lonas y que no haya riesgo para los ciudadanos. Como los objetivos son comunes, con la nueva catalogación será más sencillo encontrar fórmulas para sacarlo adelante”, subraya.
Entre las opciones de futuro, el ayuntamiento ha apostado por que el edificio acoja un Parador Nacional y ya ha hablado del tema con el Estado. El hecho de que Ca l’Ardiaca sea ahora BCIN no lo dificulta, “siempre que se preserven los valores patrimoniales y los elementos históricos”, especifica el director de los servicios territoriales. “Hacer compatibles los usos que el ayuntamiento pueda proponer con la conservación de los elementos patrimoniales será la clave de bóveda”, remarca.
La historia
La Casa l’Ardiaca o antigua rectoría de la Catedral de Tarragona es uno de los edificios más emblemáticos de la Part Alta de la ciudad, que alberga en su interior huellas históricas desde la época romana hasta la reconstrucción del siglo XIX.
Se edificó sobre la entrada de lo que fue el témenos de Tàrraco y ha estado presente durante los últimos 800 años de la historia de Tarragona. La base arquitectónica es gótica, correspondiente a los siglos XII-XIII, aunque el edificio debe su aspecto actual a la reforma realizada en el primer cuarto del siglo XIV. La última transformación importante del inmueble fue en 1813, tras los daños ocasionados por la retirada del ejército francés en 1812.
Además, las intervenciones realizadas desde 2006 han puesto de manifiesto el rico legado de restos de época romana y medieval en su subsuelo, así como los detalles ornamentales, revestimientos y pinturas murales de diversas épocas.
El edificio funcionó como Casa del Ardiaca Mayor de la catedral hasta la desamortización de Mendizábal (1835), cuando pasó a ser rectoría de la catedral. A partir de la segunda mitad del siglo XIX ha tenido usos diversos, principalmente en la planta baja.