Actor. Guionista de cine y televisión. Imitador. Humorista. Cantante. Compositor. Director de revista musical. Empresario del espectáculo. Inventor de la expresión «es broma» que ha pasado al lenguaje popular como forma de suavizar una pulla. Nacido en Tarragona en 1928, Casto Sendra Barrufet, más conocido como Cassen, fue eso y más. Un artista polifacético que, en su día, fue el mejor cómico de España. Algo así como el también genial tarraconense Carlos Latre hoy, pero en los años 50, 60 y 70 y con aún más facetas.
Un libro de reciente aparición, ‘Cassen, bromeando con mi padre’ (Editorial Amarante), rescata su figura. Escrito por Sonia, la benjamina de los cinco hijos de Casto y su esposa, María del Carmen Crespo, relata la trayectoria vital y profesional de Cassen a través de las palabras del propio showman, la visión de su hija y las conversaciones de ésta con 80 personas (una decena de amigos y familiares y otras 70 del mundo del espectáculo: directores, actores y actrices de cine y teatro, realizadores de televisión, cómicos, cantantes...).
«Era un hombre serio, el clásico padre, pero no era severo. Se le podia tomar algo el pelo. Estaba obsesionado con el humor. Todo el día esperaba chistes o espectáculos. Era muy impulsivo. La verdad es que lo vimos muy poco. Tenía una parte muy divertida. Por ejemplo, cuando toda la familia miraba la tele bajaba el volumen y ponía las voces de quien salía en ese momento», recuerda Sonia en conversación con el ‘Diari’.
Sonia escribió el libro entre los años 2000 y 2003, pero en aquella época fue imposible publicarlo. Luego tuvo dos hijos. Dos décadas después volvió a ‘mover’ el libro y consiguió que se lo editasen, en coincidencia con el resurgir del humor con los monólogos y el Club de la Comedia. Tras publicar el libro, prepara ahora un documental sobre su padre.
«En su día escribí el libro para revivir la figura de mi padre. Fue una persona muy importante. Él mismo lo decía. Yo, de pequeña, no le creía porque no salía en el ‘Un, dos, tres...’. El libro es una forma de compensar no haberle creído. Barcelona se paralizaba cuando mi padre salía por la tele, como si jugara el Barça. Renovó el humor y lo hizo más ágil y dinámico. Cuando empezó, en 1953, imitaba a los famosos. Entonces no imitaba a nadie. Fue un pionero», dice Sonia con orgullo.
Sonia habla con amor de hija, pero no exagera. Con 21 películas, 30 discos de chistes, numerosas participaciones en revistas teatrales, una serie en TV3 (’De professió API’’) y programas propios en televisión... Cassen fue uno de los humoristas más populares. El Ayuntamiento de Tarragona le rindió un homenaje póstumo al nombrarle Hijo Predilecto de la ciudad en 1992, un año después de su muerte.
Hasta llegar a la cumbre, Cassen tuvo que labrarse una carrera. Y trabajar para ganarse la vida. Lo hizo en los años 50 en la sección de publicidad del Diari de Tarragona, entonces Diario Español, donde se encargó de redactar las esquelas. El genio del humor se ganó la vida con los recuerdos de difuntos.
Sonia dedica uno de los capítulos del libro a la vida pelacanyes de su padre: a qué cines iba, en qué equipo de fútbol jugó, quién le ayudó a contactar con un empresario del espectáculo, en qué circunstancias conoció en la plaza de toros de Tarragona a la que sería su esposa, cómo fue la peculiar invitación de boda, en qué salas de la ciudad actuó antes de arrasar en los mejores teatros de Barcelona y Madrid...
Cassen estaba orgulloso de sus primeros años tarraconenses. «Pasé mi infancia entre los muros de un gran circo y un anfiteatro romanos donde poder soñar con mil ficciones. Mi padre era marino mercante. Nuestra infancia no pudo ser mas feliz. Vivíamos en un pisito de la calle Cervantes, en el número 11. Mi padre construyó una casita en la playa del Miracle, donde nos enseñó a nadar con un pequeño empujón. Gracias a la familia Sendra, que en catalán significa ceniza, aprendí a apreciar el mar», contaba.
Esa felicidad la truncó la Guerra Civil. Después de los bombardeos de la ciudad, Casto, sus padres y sus dos hermanas se trasladaron a vivir a L’Ametlla de Mar, donde residían sus tíos. Una bomba arrasó, casi por completo, la casa familiar de la calle Cervantes. Casto: «De los muebles y objetos que pudimos salvar de aquel bombardeo, gracias a un amable vecino y amigo de mis padres que nos los guardó, quedaron una mesa, un par de sillas... y una sopera, que se conserva todavía en un armario de la casa de mi hermana en Tarragona». Muchos años después, en 1981, aquella vivencia le inspiró una comedia: ‘La sopera’.
Esa ‘anécdota’ es una de las muchas que se explican en el libro. Como cuando estrenó otra revista, precisamente la titulada ‘¡Es broma!’. Era 1964 y las paredes de Barcelona estaban empapeladas con los anuncios de la revista. Coincidió con la campaña franquista «25 años de paz» (en alusión a la victoria de los sublevados en 1939 tras la Guerra Civil). Algún iluminado colocó el cartel junto a los de la revista. El involuntario chiste se convirtió en pesadilla cuando un periodista llamó a la mujer de Cassen preguntando si le habían metido en la cárcel por subversivo. No le pasó nada. Pero el miedo a la censura estaba presente. Cassen fue el humorista al que más multas le impusieron por «pasarse» con sus bromas.
Tanto éxito tuvo la expresión «¡es broma!» que el día que a Cassen le robaron el coche y acudió a una comisaría a denunciarlo, los policías no le creían y no paraban de repetirle , entre carcajadas, «es broma , es broma».
Algunas películas en las que actuó Cassen, como ‘Furia española’, sufrieron el tijeretazo censor. La mayoría fueron comedias, pero Casto debutó en un peliculón, ‘Plácido’, dirigida por Luis García Berlanga. El film fue nominado a los Oscar como mejor película extranjera. Perdió ante ‘Como en un espejo’, de Bergman.
Otra de sus películas, ‘El mujeriego’ (1963), hizo disparar las ventas de un Siata , un coche que en su día se fabricó en Tarragona , como se reveló en una crónica pelacanyes anterior.
El cómico tarraconense también triunfó en la televisión . Y se hizo valorar. Cuenta que cobraba 75.000 pesetas por actuación , frente a las 1.500 por función teatral. También le fueron muy bien las actuaciones en salas de espectáculos.
El éxito le jugó una mala pasada. Otros cómicos le ‘robaban’ los chistes , dice. Le indignó especialmente que Bigote Arrocet se apoderase de sus hilarantes conversaciones telefónicas para sus gags en el ‘Un, dos, tres...’.
Pese a todo siempre mantuvo el ingenio , incluidos ‘autochistes’ como el de «Cuando era pequeño le decía a mi madre: ‘Mamá, me pica la cabeza’ y mi madre me decía ‘¿En qué kilómetro’». Si buscan en Google «el humorista Cassen la 2», podrán oír algunos de sus chistes . O, mejor aún, leerlos en el libro.
Cassen murió en Barcelona el 4 de agosto de 1991. A los tarraconenses más jóvenes no les sonará. Los mayores recordaran cómo se desternillaban con él porque, como sentenció el mismo Cassen, «la risa está por encima de todo. Hay que conseguir la risa a cualquier precio. Dejar de reír es morir bastante» .