«Buenas noches, soy de Altafulla, subo cada día a trabajar a Barcelona. He probado el bus-tren esta semana, dejando más de media jornada extra de mi tiempo, y con ansiedad para llegar a la hora en el trabajo. Madrugando más que nunca, como todas y todos supongo». Este es el mensaje que Miquel Requena publicó el domingo por la noche en Renfecar, el sistema para compartir coche que los usuarios de la Renfe ponían en funcionamiento para sobrevivir al corte ferroviario previsto hasta inicios de marzo, entre Tarragona y Sant Vicenç de Calders.
El dispositivo funciona a través de un excel compartido, al cual tienen acceso cerca de un centenar de usuarios, a través de Whatsapp. El canal tiene diferentes subgrupos, según la zona, de forma que Tarragona tiene su propio documento, Reus otro y Altafulla y Torredembarra lo comparten.
El canal quiere ser un tablero de anuncios, que propicie el encuentro entre aquellos usuarios que van en coche a Barcelona y tienen plazas disponibles, y los que buscan cómo ir. Así, los conductores especifican la hora prevista de salida, a dónde van y si incluyen observaciones. Habitualmente en este apartado se especifica si el desplazamiento tendrá algún tipo de coste para compartir gastos, siendo la tarifa habitual de cinco euros por persona.
La primera semana del corte, Requena había intentado ir con el autobús hasta Sant Vicenç y desde allí a Barcelona. «Es inasumible estar entre cuatro horas y media y cinco al día para ir al trabajo». Además, los miércoles y viernes tiene que entrar a dar clase a las 8 en Barcelona y «no puedo permitirme llegar tarde». Así es que se lanzó a la experiencia de compartir coche y, enseguida, hubo quien cogió el anzuelo.
«Quedamos a las 6.30 en una esquina con una persona que ni siquiera sabía cómo se llamaba ni la conocía de nada», explica Miquel Requena. Una «lotería» que salió bien y que hizo que este altafullense ya tenga compañera de viaje para los martes.
Aparcar en la capital catalana es otra odisea. Pese a ello, este usuario asegura que Renfecar es la alternativa para la «conciliación familiar» e intentar reducir la «frustración y angustia» en la que se ha convertido ir a trabajar todos los días a Barcelona.
«Al final, se trata de ir combinando e intentando construir el tetris, según los horarios y la disponibilidad de la gente, porque los usuarios estamos muy quemados», argumenta. En su caso, hay luz al final del túnel, ya que tan solo tendrá que aguantarlo hasta enero. La llegada de su segunda hija supondrá una tregua durante unos meses, que le ahorrará el tramo final de las obras.
Renfecar en el día a día
Paqui Pino y su marido también son usuarios de Renfecar «desde el primer día». «Los buses no es que vayan mal, pero el problema son los trenes y ya en los últimos cinco o seis meses hemos tenido muchas incidencias, llegando muy tarde a casa. La verdad es que no nos apetecía pasar por este calvario».
Estar pendiente del grupo ha entrado a formar parte de la rutina de la pareja. Unos viajes que no son con desconocidos ya que «nos vemos cada día en el tren desde hace quince años, ya sea de vista o porque has hablado alguna vez, pero al final ya nos conocemos».
Desde que el servicio ferroviario está interrumpido, esta pareja ha ido acompañada todos los días a Barcelona. «Para la vuelta ya cogen el tren, pero al menos tienen la certeza de que llegarán a la hora a trabajar y nosotros tenemos que bajar sí o sí, independientemente de si subimos a alguien», indica Pino. Esta valora la experiencia «de forma positiva». «Tienes un rato para hablar y llegas al trabajo tranquilo», continúa señalando esta usuaria. Y es que, después de tantos meses de problemas con el tren, asegura que «la tranquilidad no tiene precio».
Compartir gastos y «ayudar a las personas que no tienen coche» mueven a esta pareja a continuar haciendo grande una red que, sobre todo entre los usuarios del tren del Baix Gaià, «está funcionando por la falta de alternativas», dice Carol, que es su impulsora. Estos municipios tan solo tienen los buses de la línea Tarragona-Altafulla-Torredembarra-Sant Vicenç de Calders para ir a coger el tren. «La sensación es que estamos dejados de la mano de Dios», concluye Carol.