«Ay, ay, ay, ay... canta y no llores, porque cantando se alegran, cielito lindo los corazones...». Y así, con este mariachi tan casteller, se despedía la Colla Joves dels Xiquets de Valls de la Colla Vella y de toda la plaza, tras quedar en segunda posición en el Concurs de Castells de ayer, en la Tarraco Arena. Los de la camisa roja protagonizaban la sorpresa de la jornada, quedando por encima de la Colla Vella, cosa que no ocurría desde hace 12 años. La pugna entre las dos collas vallencas está siempre presente. Sea la plaza que sea, o la diada que sea. Pero antes de que pasara todo esto, vivimos siete frenéticas horas, llenas de momentos y castells memorables, que ahora toca recordar.
Cuatro años después del último Concurs, la Tarraco Arena se volvía a convertir en un mosaico de colores y de emociones. Poco nos pensábamos a principios de esta temporada, que las collas llegaran al Concurs con este nivel. Esta crónica pretende fijarse en aquellas historias alejadas de lo que todo el mundo pudo ver. Aquello más pequeño que hace grande este acontecimiento.
Pasaban pocos minutos de las ocho de la mañana, y el entorno de la TAP ya estaba lleno de pantalones blancos y camisas multicolor. Todo indicaba que llegaba el día grande de los castells. Nervios, expectativas y ganas. Son muchos los esfuerzos de las últimas semanas en los patios de ensayo de las collas. Castellers recién llegados de toda Catalunya entraban a la imponente plaza para mostrar su mejor versión.
A cinco minutos de las diez de la mañana, y tal como manda la tradición, las gralles interpretaban el himno nacional de Catalunya, Els Segadors, que dejaba paso a los gritos de «in, inde, independència».
Puntual, llegaba el primer castell de la colla que, horas más tarde, se proclamaría ganadora. El 3de10 amb folre i manilles de los Castellers de Vilafranca ya auguraba que la jornada sería de máximos, de esas que no se olvidan. Euforia desmedida de la afición verde que, por qué no decirlo, entre la suya y la de la Colla Jove de Tarragona, ocupaba al menos la mitad de las gradas de la Tarraco Arena. El resto, para las diez collas restantes.
Una de las novedades de la jornada de ayer fue la participación de la Colla Castellera de Sant Pere i Sant Pau. En las ediciones anteriores, la entidad actuaba el sábado, con las collas de siete y ocho. En esta ocasión, los de la camisa verde optaron a actuar con las grandes, por méritos propios. Por primera vez en la historia reciente, tres de las cuatro collas de la ciudad de Tarragona tenían presencia el domingo del Concurs. «Hemos jugado a ser grandes y nos hemos demostrado que no somos pequeños», decían. Jose Estébanez, miembro y fundador de la colla, lo contaba así: «Cuando he entrado en la plaza no me lo creía. Estoy en una nube. Poco nos imaginábamos hace unos años que llegaríamos hasta aquí. Nos sentimos orgullosos, y queremos estar a la altura». Y lo estuvieron, ofreciendo un 3de8 y un pilar de siete, casi descarregat. Menos suerte corrieron con el 3de8 amb l’agulla, que acabó rompiéndose de la manera más tonta.
Si algo tienen claro los castellers es que esta tradición ha llegado donde ha llegado gracias a aquellas personas que hace casi un siglo decidieron apostar por esta práctica, cuando no era tan popular ni famosa. A pie de plaza, nos encontrábamos a uno. Él es Joan Cañas, de 86 años e histórico casteller de los Minyons de l’Arboç que, ayer, vestía camiseta de la Colla Joves dels Xiquets de Valls. «¡Cómo ha cambiado todo!», decía Cañas, quien conseguía no pestañear durante todo el castell. Recordaba así su primer Concurs en el año 1970. «Yo subía de terç y las fotos eran en blanco y negro. Desde entonces no he fallado a ninguna edición. Y vendré aquí hasta que me muera», explicaba.
Uno de los rincones más interesantes de la TAP del día de ayer eran las habitaciones del interior de la plaza, donde se encontraban los castellers más pequeños de las collas, la canalla, aquellos que se encargan de coronar las estructuras. En uno de estos espacios se encontraba Àurea Colominas, cap de canalla de los Capgrossos de Mataró. Ella, junto a su equipo, se encargaba de que los pequeños dieran lo mejor de ellos en cada castell. Pero, sobre todo, su tarea era que se lo pasaran bien, que se fueran de la TAP con un buen sabor de boca. Jugaban a cartas, hacían construcciones con piezas de Lego y dibujaban. «A veces se nos olvida que hacen castells porque les gustan. Nos piden poder salir a plaza para verlos. Una de nosotras les acompaña», explica Colominas, quien añade que «el objetivo es que estén entretenidos». Eso sí, antes de cada castell importante, el equipo de canalla les reúne a todos. Y llegó el momento. Antes de entrar a plaza a por el 5de8, los pequeños se juntaron, haciendo corrillo, concentrados y concienciados del gran momento que estaban a punto de vivir. «Un, dos, tres, Capgrossos!», chillaban al unisono.
Y en las entrañas de la Tarraco Arena pasaban más cosas interesantes. Las collas, cada vez más organizadas y profesionalizadas, montaban su parada con avituallamiento. Que si bebidas energéticas, que si plátanos o frutos secos. Todo preparado para que cuando el casteller acabara su cometido, pudiera recargar fuerzas.
Traspasando fronteras
En la plaza no había solo castellers y afición. Un dispositivo sanitario, formado por siete equipos y preparados para intervenir en cualquier momento, se organizaba para llegar lo antes posible donde se le requería. Se atendieron 72 personas, entre espectadores y castellers –tres veces menos que en la edición de 2018–, de las cuales 13 tuvieron que ser trasladadas al hospital. No recuerdo un Concurs con tantos desmayos y dolencias entre el público. Quizás la poca costumbre a las aglomeraciones –después de la Covid–, acabaron pasando factura.
El impacto mediático de este acontecimiento es cada vez mayor. Prueba de ello es que ayer cubrieron el Concurs cerca de 200 periodistas, repartidos por todo el recinto. El espectacle casteller més gran del món no solo traspasó las puertas de la Tarraco Arena Plaça. También traspasó fronteras. Croacia, Alemania, México, y una larga lista de países que quisieron estar presentes. En la segunda planta de la TAP nos encontrábamos con Adrian Baric, reportero de la televisión eslovena. Le invitó el Diplocat, un organismo que se encarga de proyectar Catalunya al mundo. «Estoy alucinando con el ambiente. Creo que viendo este espectáculo, podemos entender muchas cosas de los catalanes», decía Baric.
Castells y política
Volvamos al medio de la plaza. Era curioso encontrarse con rostros conocidos presumiendo de camisa. Entre ellos actores o representantes políticos, que protagonizan la actualidad. Es el caso de Albert Batet, por ejemplo, presidente del grupo parlamentario de Junts, quien, hace pocos días, dinamitaba el gobierno de la Generalitat, pidiendo una cuestión de confianza al presidente Aragonès en el debate de política general. El que fue alcalde Valls, aparecía ayer con su camisa de la Colla Vella. «Antes no me la podía poner. Al ser alcalde, tenía que ser imparcial», decía. Lo que no sabemos es sí aprovechó la jornada castellera para acercar posturas con el President de la Generalitat, Pere Aragonès, quien apareció en escena pasadas las doce y media del mediodía, para quedarse hasta el final del certamen.
Momentos clave
No podemos acabar esta crónica sin dejar por escrito algunos de los momentos claves y emocionantes de la jornada. Como por ejemplo, el protagonizado por la Colla Jove de Tarragona. Parecía que ayer no era su día. La caída del 9de8 a primera ronda tocaba pero no hundía a los de la camisa lila. Después del 3 y el 4de9 amb folre, la colla pedía a gritos el gamma extra. Y los responsables de la entidad, casi a las tres de la tarde, decía hacer el último castillo de la jornada. Ni más ni menos que el 2de9 amb folre i manilles. Lo cargaban y la euforia se desataba. Un castell que les dejaba en cuarta posición, por delante de los Xiquets de Tarragona, quienes salieron de plaza contentos y satisfechos, tras emocionarnos con su tripleta mágica.
Tarragona y la Tarraco Arena volvieron ayer a ser el epicentro de la cultura popular del país. Y de estas, ya llevamos unas cuantas en las últimas semanas. La ciudad ha demostrado una vez más estar a la altura de un acontecimiento tan importante como el de ayer, y con una organización tan compleja a todos los niveles. Las puertas de la TAP se cerraron para volver a vibrar de aquí a dos años.