Anna Monreal vive en Tarragona. Desde 2008 hace el trayecto en tren a Barcelona. Inicialmente a diario, desde 2020 tan solo tres días a la semana, ya que los otros puede hacer teletrabajo. «En julio de 2023 ya empezamos a notar que el servicio no era de muy buena calidad y que se producían muchas incidencias. Así que empecé a quedarme una noche a dormir en Barcelona», explica.
Monreal tiene dos hijas pequeñas, lo que hace que no se plantee quedarse más noches fuera de casa. Sin embargo, el detrimento en el servicio y la gincana que deberán hacer los viajeros a causa del corte ferroviario hace que ahora mismo los usuarios estén viviendo momentos de «gran estrés». Cada día que llega tarde al trabajo o para evitar los trenes de media tarde, «que es cuando empieza a liarse la cosa», tiene que descontarse los minutos de los días de asuntos propios, lo que acaba traduciéndose en menos vacaciones. «De 70 horas tan solo me quedan 25. Es un agravio respecto a mis compañeros», afirma esta viajera, quien explica que «cuando me preguntaban cómo lo haríamos me ponía a llorar por la angustia que me generaba».
Primero pidió poder hacer otro día de teletrabajo, pero no se lo aceptaron. Así que se ha organizado con dos compañeros para poder ir en coche y así tan solo tendrá que hacer la vuelta en tren dos días. «En el trabajo, algunos compañeros han alquilado un piso, pero yo no podía porque tengo dos hijas y si puedo evitarlo voy a seguir bajando, pero no entiendo cómo han podido hacer esto a Tarragona. Es horrible», indica.
Igual que esta usuaria, a medida que se acerca el día 1 de octubre en los vagones se incrementa la preocupación y la organización por tal de evitar los viajes en autobús, los transbordos y la angustia por cuadrar los horarios.
Cumplir con los horarios
Maria Rosa Bailach se ha decantado por la alta velocidad. Esta profesora de secundaria de un centro de Esplugues de Llobregat afirma que «necesito cumplir los horarios» en su puesto de trabajo. Así que a finales del pasado curso ya empezó a coger el autobús para ir a Camp de Tarragona y allí subir al Avant, lo que le permite que «habitualmente lleguemos a la hora».
Este mes de septiembre ha vuelto al Regional, pero ya se ha sacado el abono y a partir del día 23 ya tiene las reservas de plazas hechas por anticipado para no quedarse sin una plaza. Bailach afirma que «ya he avisado que a las 13.30 tendré que irme para coger el tren de las 14, porque si anulas el billete más de tres veces te penalizan». Pese a ello, considera que es la alternativa «más fácil», ya que «he mirado para alquilar un piso allí durante las obras, pero son carísimos».
«Cuando la Renfe va bien es fantástico, porque hay bastantes horarios y el viaje es agradable, pero no sabes nunca cuándo llegarás», lamenta.
Coche compartido
Los estudiantes son otro colectivo que está buscándose la vida como puede. Entre estos está Òria Valls, de Reus, quien este año empieza el cuarto curso de Història de l’Art en la UAB. Esto significa que tendrá que subir y bajar varios días a la semana, ya que compaginará los estudios con las prácticas. «Veré si cojo el Regional, si voy a Camp de Tarragona a por el Avant o si me decanto por el autobús directo a Barcelona y después en tren hasta la Autònoma», manifiesta.
En los primeros años de carrera era de las que subía todos los domingos por la tarde y volvía los viernes. Más tarde ya se pasó al Avant, ya que «los domingos era una batalla campal», e incluso un día le rompieron un pómulo de un golpe, a causa del tumulto que se generó. Por todo esto, explica que muchos estudiantes ya no apuestan por el tren.
Los que van a la Autònoma tienen un grupo de Whatsapp que se llama ‘Puta Gent del Nord’. Actualmente son 72 usuarios que se organizan para subir y bajar en coche, una alternativa al tren que quieren evitar a toda costa, ya que en los años que llevan como estudiantes universitarios les ha reportado ‘aventuras’ de todos los colores.
Albert empieza este curso un master de Finances. Compaginará los estudios con el trabajo en una auditoría, lo que puede suponer «largas jornadas de trabajo, en las que a veces acabas a las 10 de la noche». Así que, cuando conoció que se interrumpiría el servicio de trenes desde Tarragona a Sant Vicenç de Calders, decidió buscar un piso con tres amigos. Las dificultades para encontrar una vivienda han hecho que al final hayan tenido que ir a pisos diferentes. «Estamos un poco a la expectativa. Intentará con el autobús a Sant Vicenç de Calders y si ve que es una odisea cogerá un abono de Avant o seguramente ya no vendrá todos los fines de semana», dice la madre.
Los coches compartidos se imponen entre los jóvenes. Muchos de estos han cursado sus estudios superiores con un servicio ferroviario que ha ido deteriorándose por la falta de mantenimiento, mientras se han impuesto las políticas para sacar los coches contaminantes de las ciudades. También están los que en los últimos tiempos han abandonado Barcelona por los altos precios de la vivienda, y que ahora buscan piso en la capital. Estos cinco meses serán una prueba de fuego.