La reconstrucción de las gradas del Circ, en la Plaça dels Sedassos, ha generado un agrio debate desde su primer día. Sin embargo, cuando las obras ya han finalizado y se esperaba su apertura de forma inmediata ha surgido un nuevo contratiempo que hace que a día de hoy el recinto se mantenga cerrado. Y es que, según ha podido saber el Diari, el Àrea de Patrimoni del Ayuntamiento de Tarragona ha recibido un informe en el que se alerta de los problemas de seguridad que representa la estructura.
El documento redactado por supervisión municipal pone de manifiesto un «posible incumplimiento» del código técnico de aplicación general en las obras públicas. El motivo de preocupación son las vallas de protección que, según defienden los arquitectos, no cumplen con las medidas de seguridad requeridas para que el público pueda acceder al espacio. Sobre todo en cuanto a los niños, ya que representan una apertura lo suficientemente grande para que alguien pudiera caerse.
Según explica el Col·legi d’Aparelladors, Arquitectes Tècnics i Enginyers d’Edificació de Catalunya en Tarragona, el código técnico establece que cuando el desnivel supera los 50 centímetros de altura, como es el caso, es necesaria la implementación de una valla protectora de 95 centímetros de altura, que llegará a los 110 centímetros, cuando se superan los seis metros de desnivel. Asimismo, se especifica que estas estructuras de protección no deben ser «fácilmente escalables para los niños». Por este motivo, no pueden haber puntos de apoyo. Finalmente, se establece que las aperturas, es decir la distancia entre cada uno de los barrotes de la barandilla, no pueda ser atravesada por una esfera de diez centímetros de diámetro, para evitar que alguien pudiera meter la cabeza y quedarse atrapado. Sin embargo, este último elemento es el que sería objeto de discordia, ya que en el caso que nos ocupa esta distancia prácticamente es de un metro, lo que facilitaría que un niño pudiera precipitarse.
Pese a ello, Patrimoni de la Generalitat establece otros criterios, con excepciones al código técnico para evitar que estos elementos se conviertan en un elemento distorsionador de la imagen que representa el conjunto. Esta diferencia de los criterios es la que hace que a día de hoy haya un debate interno entre los arqueólogos y los arquitectos municipales sobre la idoneidad de la solución adaptada, lo que impide que el recinto pueda abrirse de cara al público.
El informe de aprobación del proyecto plantea medidas «sustitutorias» o «complementarias» para eliminar este riesgo. Según fuentes municipales, «se están trabajando con un arquitecto para adecuar el espacio para usos públicos». Y las soluciones que se plantean pueden ser «definitivas» o «de implementación ocasional», en función del tipo de uso y de actividad que se determine en cada momento. Unos elementos que son los que ahora se están valorando a nivel interno para conseguir desbloquear el problema.
Esto ha supuesto un contratiempo adicional sobre un proyecto que en su conjunto ha supuesto un coste de prácticamente 300.000 euros y que, desde el primer momento, ha sido objeto de todo tipo de vicisitudes. Algunos de estos problemas quedan recogidos en un artículo publicado por Porta Enrera, en el que se informaba de que, en el año 2014, cuando el Ayuntamiento solicitó una ayuda estatal –correspondiente al 1,5% Cultural– no había un plan director del Circ, tal y como se establecía en las bases de la convocatoria estatal. En el proyecto se justificaba que esta era una obra independiente, que se abriría al público cuando estuviera acabada y, por tanto, no dependía de un proyecto más grande.
Así es que en diciembre de 2014, se solicitó la subvención a través de la cual el Ministerio de Fomento se haría cargo del 75% del coste de una actuación que en total alcanzaba los 242.000 euros. Madrid concedió la ayuda por valor de 181.000 euros y el arquitecto Ignacio Álvarez se hacía cargo de la redacción del proyecto, asumiendo posteriormente la dirección de la obra. Posteriormente, se hizo una modificación del proyecto inicial, ya que se decidió reducir el espacio de las gradas, lo que incrementó el coste hasta los 265.365 euros.
No perder la subvención
El Grupo Tecno-Conrad SL se hizo cargo de los trabajos que se iniciaron en febrero de 2017, con una duración prevista de seis meses. Finalmente se alargaron otros cuatro meses adicionales por «los incumplimientos reiterados de la empresa constructora», según una nota de prensa enviada el 19 de junio de 2018. También se decía que «el Ayuntamiento, por tal de evitar denunciar el contrato, que hubiera supuesto la paralización de las obras, optó por hacer un seguimiento exhaustivo que ha permitido finalizarles antes de agotar el plazo máximo por tal de recibir la subvención del Estado». La compañía fue sancionada, mientras quedaban algunas actuaciones por hacer que impedían su apertura.
Este es el escenario que se encontró Hermán Pinedo cuando llegó a la concejalía de Patrimonio en junio de 2019, lo que obligó a licitar un nuevo contrato por valor de 40.000 euros, que se adjudicó el pasado 2 de marzo, con una duración prevista de dos meses. En paralelo, el 4 de mayo se ponía en marcha un proceso participativo a través del cual se invitaba a los vecinos a «reflexionar» y a «aportar ideas» por tal de definir este espacio para el futuro. A través de este, se buscaba conocer propuestas de usos y dinámicas del espacio público, así como posibles mejoras del entorno físico del conjunto de la plaza. Durante esta fase, pudo constatarse como una de las principales preocupaciones era que este se convirtiera en un espacio de botellones, que pudiera molestar a los vecinos. En la nota de prensa que mandó el Ayuntamiento no se informaba de cuando finalizaría el periodo para este proceso participativo y en ningún momento se ha dicho en qué ha quedado la aportación de los vecinos.
Finalmente, los trabajos acabaron el pasado mes de mayo. Los últimos retoques se hicieron a contrarreloj, ya que estaba prevista su apertura coincidiendo con el festival de recreación histórica Tarraco Viva. De hecho, llegó a programarse un actividad para el día 26, cuando el catedrático de la URV, Joaquín Ruiz de Arbulo, debía pronunciar una conferencia con el público sentado en la estructura de madera. Aquella misma mañana aún se colocaron los paneles informativos, sin embargo, en el último momento hubo un cambio de planes, ya que el Ayuntamiento no había recepcionado la obra por parte de la empresa que se había encargado de hacer los trabajos, lo que impidió una de las imágenes más esperadas del festival.
Las actas para la recepción se firmaron el pasado 7 de junio. Sin embargo, un candado sigue cerrando la puerta de acceso y, en los últimos días, se ha podido ver como algunas de las barandillas interiores han sido objeto de vandalismo y ya están arrancadas. Incluso hay una en el suelo. No es la primera vez que este espacio ha sido víctima del incivismo ya que han habido como mínimo dos pintadas. Y es que, aunque el acceso no está permitido, hay quien no lo respeta.