«Es duro cuando te encuentras a una persona que lleva días fallecida, o a algún anciano que se ha caído y se disculpa, te das cuenta de que hay muchos que están solos, y da pena aunque estemos acostumbrados». Josep Maria Aubets es jefe del Parc de Bombers de Tarragona y, casi a diario, se encuentra con situaciones en las que debe acudir a socorrer a un mayor.
Cada vez es menos habitual encontrar hogares que durante años han sido típicos: aquellos en los que los abuelos residían con toda la familia. Con el paso de los años, producto de cambios sociales, se ha ido incrementando la soledad de las personas mayores, lo que provoca que los riesgos que sufren crezcan exponencialmente: un resbalón, un golpe, enfermedades, robos... El invierno demográfico –denominación acuñada por el filósofo belga Michel Schooyans– en que se encuentra el país provoca que el envejecimiento de la población sea inevitable.
Así pues, cada vez más mayores tienen que vivir solos. Según la Encuesta de Características Esenciales de la Población y las Viviendas (ECE-POV) de 2021, de los 326.172 hogares que hay en la demarcación de Tarragona, en 42.929 vive una persona sola de 60 años o más. Representa el 13% de todas las viviendas y un 5% de la población.
La encuesta, realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) cada década, muestra que, en 2011, el número de personas de 65 años o más que vivían solas era de 26.930. En diez años, el crecimiento experimentado ha sido de un 59%.
De los 42.929 mayores que residen en soledad, 28.110 son mujeres –un 65%– y 14.819 son hombres –un 35%–. Esto se da porque las mujeres tienen una esperanza de vida mayor, según el Instituto Nacional de Estadística: 85 años para ellas y 80 para ellos. «El perfil típico de persona que vive sola es el de una mujer de alrededor de los 80 años», según Tani Francesc, geriatra en el Hospital Joan XXIII, 22.822 de las personas que viven solas son viudas –un 53%–, 8.398 están separadas o divorciadas –un 20%–, 8.037 son solteras –un 19%– y 3.671 están casadas –un 9%–. Por edades, 13.564 tienen de 60 a 69 años, 15.463 de 70 a 79 y 13.902 80 o más.
Rescates de bomberos
La soledad se ha convertido en una pandemia silenciosa. Caídas que nadie escucha, allanamientos que nadie ve. Una vulnerabilidad que no es lo suficientemente percibida. Los casos en los que personas como Aubets deben actuar experimentaron un pico el pasado 2021, con 979 actuaciones en la demarcación, de las 6.739 que se realizaron en Catalunya, siendo la cifra con más intervenciones desde el 2010, año en el que se empezaron a registrar los datos.
Conviene aclarar que lo que el Departament d’Interior contabiliza son los rescates urbanos, es decir, todas las ocasiones en las que debe abrirse un domicilio. La cifra cayó en 2022, con 648 casos en Tarragona, un 51% menos que en 2021. Aun así, son casi dos rescates al día y Aubets insiste en que es una tendencia al alza pese a los datos y en que «raro es el día en el cual no hay uno o dos avisos para un rescate».
¿Cómo se activa el protocolo? Normalmente, o la persona pulsa el botón de teleasistencia o algún vecino o familiar se comunica con el 112, que pasa el recado a la sala de control de Bombers, que a la vez avisa al parque. «A partir de ahí, normalmente cogemos la autoescalera; siempre se intenta entrar primero por la puerta con radiografía, pero, si nos es imposible, buscamos un balcón o una ventana abierta por la que podamos acceder al domicilio», confiesa Aubets.
¿Por qué?
¿A qué se debe que cada vez haya más personas mayores viviendo solas? Por una parte, hay ancianos que se encuentran en condiciones para vivir por su propia cuenta y no quieren dejar la casa en la que han pasado gran parte de su vida. Aunque tenga que ser en soledad, algunos se niegan a irse, pese a que no es la tónica: «Una pequeñísima parte de personas mayores están solas porque quieren, la mayoría se ha encontrado con ello», afirma Francesc. Beatriz Borrellas es psicóloga en una residencia de Tarragona y coincide: «En una gran parte de situaciones, es por ‘obligación’». Se puede dar el caso de que no exista la posibilidad de que los mayores se muden a casa de sus familiares o de que «no haya recursos económicos suficientes para costear una residencia», apunta Borrellas.
«Las personas somos seres sociales por naturaleza, nos gusta estar en contacto con la gente y, con los años, tenemos que hacer frente a muchas pérdidas: trabajo, familiares, amigos...», afirma Francesc. Ahí aparecen los riesgos. Tal como explica Borrellas, «la mala alimentación es una de las consecuencias negativas, además de que tareas como hacer la comida ya pueden suponer un peligro de por sí».
También existen factores culturales que provocan esta situación. «Se ha ido superando, por suerte, el rol de la mujer que se queda en casa haciéndose cargo de las curas; las mujeres mayores que ahora viven solas, cuando eran jóvenes, han tenido que cuidar a padres o suegros, y ahora no tienen a nadie que las cuide a ellas», indica Francesc.
Según datos de 2021 proporcionados por el Institut d’Estadística de Catalunya (IDESCAT), en la demarcación de Tarragona hay 6.045 plazas en equipamientos para personas mayores, ya sean residencias, centros de día o viviendas tuteladas. «Los primeros días en la residencia se vislumbra lo que la persona ha vivido: la soledad, la vida sedentaria...», explica Borrellas, quien asegura que «en la mayoría, hay una mejora conforme pasa el tiempo».
Animar a los mayores
¿Qué hacer para evitar la soledad no deseada? En palabras de Francesc, «hay estudios que defienden que realizar actividades sociales y mantener vínculos posibilita que el envejecimiento sea más saludable y, a la vez, que la persona se sienta más acompañada aunque viva sola». El confinamiento por el coronavirus acentuó el sentimiento de soledad en muchos casos. «Si se pierde la costumbre de salir, el problema es aún mayor, ya que los males se multiplican», remarca Borrellas.
«Como sociedad, tenemos olvidadas a las personas mayores, no se les da el apoyo que deberían tener», defiende Francesc. En palabras de Borrellas, «es un sector de población vulnerable y al que, por desgracia, no se le da toda la importancia que merece». Creu Roja es una de las entidades que ofrece actividades a las personas ancianas. Míriam Giménez es la responsable de programas de Gent Gran y afirma que «la soledad se trabaja de manera transversal, teniendo en cuenta el servicio de teleasistencia y organizando los talleres de brecha digital, las excursiones, las sesiones informativas... la voluntad es que la persona genere vínculos».
Actualmente, el servicio de teleasistencia cuenta con unos 6.000 usuarios: «Muchas de las llamadas que recibimos las realizan personas que se sienten solas o que llevan tiempo sin hablar con alguien», confiesa Giménez. El coronavirus también ha causado que ciertas enfermedades mentales y que el deterioro físico se vayan acelerando. Al final, «es una cuestión de proximidad, de abrir los ojos, ver a tu vecino e interesarte por él, por cómo está», sentencia.