La vida cambió para Issaura el pasado 13 de marzo. Esta tarraconense de 36 años trabaja en el CAP Llevant, desinfectando y limpiando los quirófanos. A la llegada de la pandemia, la mayoría de operaciones quedaron suspendidas e Issaura fue derivada al Hospital de Santa Tecla. Su destino era la cuarta planta, donde estaban hospitalizados los enfermos de Covid-19. «Al principio estaba un poco perdida. Compañeros nuevos, cada día protocolos distintos y delante de mí pacientes que pasaban la enfermedad solos», recuerda Issaura Beltran.
Pero no dudó ni un instante. Se entregó en cuerpo y alma desde el primer momento e intentó hacer notar su compañía a los enfermos mientras desinfectaba la habitación. «Uno de los momentos más duros fue cuando tuvimos el primer fallecido. O cuando ingresaron a profesionales de la casa. También ver a gente morir sin poderse despedir o haciéndolo a través de una tablet. El rostro de mis compañeros era de auténtico miedo», recuerda Issaura
«Poco a poco, convertimos lo excepcional en normal y, de esta manera, hemos conseguido superar el día a día», rememora.
El mayor miedo de Issaura era contagiar a los de casa. «Convivo con dos personas de riesgo. Por eso nos planteamos que yo fuera a un hotel a vivir mientras durara la primera ola. Finalmente, descartamos la opción», explica Issaura. «Convivía con mi familia, pero la echaba de menos. No podía abrazarles ni tocarles», recuerda.
Issaura quiere poner en valor la tarea del servicio de limpieza. «No es que seamos importantes o que hayamos tenido un papel destacado durante la pandemia. Nuestra función de desinfectar es vital para el día a día de un centro sanitario. Espero que, a partir de ahora, se nos reconozca más socialmente. Somos una pieza indispensable del puzzle en la lucha contra la pandemia», concluye.