La revitalización comercial del Tomb de Ravals sigue resistiéndose. En total, 67 locales están actualmente vacíos en toda esta área, que engloba los arrabales de Jesús (11 locales cerrados), Martí Folguera (10), de Robuster (13), Sant Pere (14), del Pallol (2) y de Santa Anna (17). Una situación que se da a pesar de las varias acciones de dinamización que se han llevado a cabo en los últimos años: desde ‘Reus Espais Vius’, por parte del Ayuntamiento, que ha conseguido la puesta en marcha de 20 negocios; a la peatonalización del arrabal de Santa Anna. También el pasado viernes, El Tomb de Reus impulsó la Festa dels Ravals, con la implicación de una cincuentena de negocios de los arrabales de Jesús y Martí Folguera que ofrecieron todo tipo de talleres y actividades con el objetivo de dar visibilidad a esta zona de la ciudad tras detectar cierto desánimo entre los comercios.
Como señalaba Mari Carmen Cucala, comercial de El Tomb, «la gente suele centrarse en las calles Llovera y Monterols» y el Tomb de Ravals actúa, a menudo, como una especie de barrera. «Apenas se pasea por aquí», lamenta Míriam, de la tienda Rockillos, en el arrabal de Sant Pere, quien cree que se necesita mayor implicación de las instituciones para conseguir revitalizar todo el centro.
Los motivos por los que cuesta atraer a gente, y también comercios, en el Tomb de Ravals «creo que son múltiples», comenta Xavier Margalef, al frente de la tienda Draps de Casa, en el arrabal de Martí Folguera. Apunta que uno serían las dinámicas de los flujos de gente. En este sentido, los comerciantes tienen claro que el arrabal de Jesús funciona mejor que el de Martí Folguera. «La calle Jesús es como una barrera y la gente no baja más allá», comenta Joan Vázquez, desde el Bar Bon-Mar. Y Xavier Margalef hace otra observación: «El lado izquierdo de la calle funciona mejor que el derecho», pero ve difícil dar una explicación del fenómeno.
Margalef señala otras cuestiones que podrían influir en la situación de los arrabales, como la marcha de Zara de los antiguos cines Monterrosa, en 2015, y la de otras grandes marcas, como Stradivarius –que estuvo en el arrabal de Santa Anna–, tras la apertura de La Fira. «El centro comercial ha hecho daño al centro», opina desde Bon-Mar Joan Vázquez. Y es que recuerda que el Zara del arrabal «atraía a muchas familias», lo que acababa repercutiendo positivamente al resto de negocios. Un local que desde el abril está vacío, tras la marcha de Intersport.
A pesar de las muchas persianas bajadas, hay también previstas futuras aperturas en la zona, como un restaurante donde estaba el Women’secret, o una residencia de estudiantes.
Otro problema son los precios «desorbitados» de los alquileres de los locales comerciales. Según los anuncios de los portales inmobiliarios, en los arrabales éstos rondan los 1.500-2.500 euros mensuales, aunque algunos alcanzan los 6.000. «La burocracia tampoco ayuda», añade Míriam, de la tienda Rockillos. Además, señala otra cuestión que podría estar perjudicando el comercio de los arrabales: la iluminación. «Al menos en Sant Pere es muy mala y, en invierno, que a las seis de la tarde ya es oscuro, da miedo pasar por aquí».
Nuevas aperturas en el centro
En paralelo, en las calles Llovera y Monterols es difícil ver algún local vacío. Y es que a la que cierra un negocio, rápido abre otro. La apertura más reciente es la de la tienda de chucherías Sweet Street en Monterols, que ocupa el espacio de AW Lab, de zapatillas deportivas. Por otro lado, también se proyecta un restaurante en la calle del Vidre, que podría ayudar a dinamizar el centro.