Múltiples referencias biográficas señalan que un artista excepcional nació en el arrabal de Santa Anna, hijo de un reusense y una tarraconense, en la primera mitad del siglo XIX. Consecuente con lo más extendido en la época, un joven Joan Roig i Solé optaría por dedicar su obra al estilo cien por cien figurativo. Sin embargo, mantenerse fiel a la escultura más tradicional no impidió que se convirtiese en un «personaje» de largo recorrido y con una trayectoria muy rica.
Su creación fue eminentemente pública. «Se dedicaba a la decoración escultórica y a elementos monumentales, no era como otros escultores más modernos que hacían obra privada sobre todo, como Rebull», apunta el historiador Jaume Massó. Con ello, las obras de este reusense, Fill Il·lustre de su ciudad natal, dejaron su huella en todo tipo de «piedras» en territorio estatal. El mármol era su elección por excelencia, por ser el material noble, pero también utilizaba arenisca, yeso o bronce.
Muy pronto se lanzó a las grandes capitales y siguió su formación en Barcelona y Madrid, como parte de una «fuga de talentos» que resultaría en un grupo artístico que situaría al Baix Camp como centro del movimiento vanguardista. Roig i Solé se instaló en la Ciudad Condal, abrió su propio taller y destacó por una ornamentación neoclásica, académica y muy realista, demostrando su virtuosismo técnico y la importancia de los detalles. Principalmente, las inspiraciones del reusense quedaron plasmadas en iglesias y construcciones barcelonesas.
‘Impulsor’ del Eixample artístico
Massó destaca que Joan Roig «se instaló en Barcelona e hizo muchas cosas allí, como las figuras de la fachada de la Catedral, que son suyas, pues era el escultor de referencia del momento». De hecho, si todo el mundo reconoce su obra es por la escultura de La dama del paraigua, situada en el parque de la Ciutadella y que se ha convertido en un símbolo de la iconografía de la ciudad.
Sin duda, su plenitud profesional coincidió con el desarrollo del Eixample barcelonés, con todo tipo de esculturas simbólicas en diferentes edificios de la zona, y, muy especialmente, tenía un gran talento para la representación de figuras infantiles, muchas de ellas inspiradas en su sobrina. También cuentan con la autoría del reusense el monumento femenino de Vilanova i la Geltrú con motivo de los constructores del ferrocarril del Garraf, la Al·legoria de la Indústria del Casino Mercantil de la calle Avinyó de Barcelona y en muchas otras localidades como Zaragoza, Madrid o Santander.
Roig i Solé no vivió muchos años en Reus, pero no por ello descuidó el legado que dejaría a su ciudad. Siempre estuvo muy vinculado al Centre de Lectura, como la mayoría de sus coetáneos –artistas preocupados por la cultura–, y una evidencia de ello es la escultura de bronce de una niña bordando que permanece todavía en la entrada del centro. También, esculpió el conjunto de las Peixateries Velles, las cuatro esculturas que simbolizan dos cestos de carne y dos con pescado y que decoran los ventanales del portal de entrada a la plaza homónima.
Figuras para panteones
A su vez, esbozó numerosas figuras para algunos panteones y monumentos funerarios del cementerio local. Desde el diseño de la escultura de Cronos a las lápidas de familias relevante como los Abelló, los Casas-Bley, los Boule o los Rué-Iglesias.
Existen documentos que describen unas estatuas alegóricas de las musas clásicas Euterpe, Calíope, Melpomene, Erato y Clio, que se perdieron décadas atrás; y se conservan todavía esbozos de imágenes religiosas en honor a Sant Francesc y Misericòrdia, así como otras maquetas y bustos de personajes como Velázquez y Cervantes, Bartrina o el Dr. Alberich i Cases.
Gran parte de la colección del escultor es propiedad del Centre de Lectura, el Museu de Reus y la Fundació Reddis, y se preservan con la consideración de un artista que apreció tanto la naturalidad como la proximidad.