Un amigo, Joan Ramon Llaó, que ha cultivado profesionalmente la agricultura y la enseñanza, me cuenta un recuerdo de cuando tenía siete años y Kubala visitó su pueblo, Puigverd de Lleida, y jugó al fútbol. Acudió por invitación de su compañero de equipo Enric Ribelles, que era de Puigverd.
Aquel 23 de abril de 1959 el gran Ladislao reforzó al equipo local frente al Lleida en un partido de fiesta mayor. El puigvertenc vestía una camiseta con botones en el pecho y en los puños, confeccionada por Matilde, la modista del pueblo. El campo tenía la hierba desigual que crece en primavera.
Kubala maravilló, sobre todo con su espectáculo de toques de balón en el descanso. Las camisetas eran poco homologables, el césped no existía, pero allí estaba él, con su magia.