¿Quién debería pagar los desastres ‘naturales’?

01 diciembre 2024 19:00 | Actualizado a 02 diciembre 2024 07:00
Saturio Ramos
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Más de dos centenares de muertos y decenas de miles de viviendas, comercios, almacenes, oficinas, industrias y obras civiles dañadas. Es el alcance de la dana que afectó a algunas zonas de España el 29 de octubre en la provincia de Valencia, donde más de 130 000 viviendas de 75 municipios afectados están ubicadas en la zona inundada.

Aparte de las irreparables vidas humanas y el sufrimiento de la población, los costes materiales van a ser multimillonarios. De momento, como es lógico en un sistema democrático y solidario, el Gobierno central ha aprobado ayudas de cerca de 15.000 millones de euros para hacer frente a la emergencia.

Pero también es el momento de hacernos algunas preguntas: ¿es la naturaleza la causante de este desastre o tuvo algo que ver el hombre y la especulación urbanística?

Miles de informes científicos, apoyados por universidades y centros de investigación de todo el mundo, así como por las organizaciones mundiales de meteorología y de salud, ponen de manifiesto que el incremento en la frecuencia e intensidad de los actuales fenómenos climáticos extremos es debido al actual cambio climático producido por el calentamiento global de la Tierra, cuya raíz está en el uso y abuso de la industria de los combustibles fósiles: carbón, gas y petróleo.

La correlación entre el aumento de la emisión de gases de combustibles fósiles, el incremento global de la temperatura y el aumento de eventos climáticos extremos es ya evidente.

La Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR) lo tiene claro: estos desastres no son naturales. El jefe de la UNDRR para las Américas y el Caribe, Rafael Salazar, explicó que «decir que los desastres son naturales aboga por restar responsabilidad a la gobernanza, que suministra justamente los mecanismos para incidir en las variables de exposición, vulnerabilidad y capacidad».

Hay que frenar el calentamiento global y el riesgo de desastres pasa por abandonar los combustibles fósiles y completar la transición a energías renovables

Según un informe de la ONU de 2020, a lo largo del siglo XXI se han casi duplicado los eventos climáticos extremos respecto al mismo periodo anterior: 3.656 en el periodo 1980-1999 frente a los 6.681 entre los años 2000-2019. Entre 2000 y 2019 hubo 7.348 grandes desastres registrados, que generaron una pérdida económica mundial de aproximadamente 2 970 millones de dólares americanos.

En lo que va de siglo XXI, en solo 20 años (2000-2019) se ha batido el récord de acumulación de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera en toda la historia de la humanidad: más de un 10 %, según un informe de la Organización Meteorológica Mundial.

La concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera alcanzó un nuevo récord en 2024. Según el último boletín mensual de Copernicus, el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea, en 2024 se superará el récord de año más cálido registrado desde los niveles preindustriales, que tenía el 2023.

Hace unos meses, el think tank británico InfluenceMap publicaba un informe basado en los datos de Carbon Majors, una base de datos histórica de los mayores productores de petróleo, gas, carbón y cemento del mundo, que exponía las empresas más contaminantes en todo el planeta.

‘En víspera de la tragedia de la dana, el 28 de octubre, OXFAM Internacional publicaba un estudio titulado ‘La desigualdad de las emisiones de carbono mata’, que pone de manifiesto que 50 de los milmillonarios más ricos del mundo generan más emisiones a través de sus inversiones, aviones privados y yates en 90 minutos que una persona de media en toda su vida.

Pero es que además esos superricos que están empujando la vida en la Tierra al borde del precipicio pagan proporcionalmente muchos menos impuestos que el resto de los mortales.

El economista experto en financiación global Gabriel Zucman, director del Observatorio Fiscal de la UE, un centro de investigación de políticas fiscales impulsado por la Comisión Europea, presentó un informe en la reunión del G20 en Brasil 2024 donde pone de manifiesto que el actual tipo impositivo efectivo de los multimillonarios equivale al 0,3 % de su riqueza. Propone una norma internacional común de gravamen para un impuesto mínimo a estas personas equivalente al 2 % de su riqueza, con el que se podrían recaudar unos 250 000 millones de dólares al año en todo el mundo de unos 3 000 contribuyentes, ampliable hasta cerca de 400 000 millones de dólares.

En suma, hay que frenar el calentamiento global y el riesgo de desastres pasa por abandonar los combustibles fósiles de manera programada, completar la transición a energías renovables y olvidar la obsesión por el crecimiento continuo.

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