Karl Polanyi, en su libro La gran transformación, de 1944 denominaba a la tierra, al trabajo y el dinero, «mercancías ficticias», porque a diferencia de las verdaderas mercancías ellas no son producidas para la venta. Los recursos naturales, incluida la tierra, son un don para beneficio de todos. La gente no tiene hijos para suministrar trabajadores al mercado laboral. Y el dinero es una convención social. Permitir que el mecanismo del mercado los dirija por su propia cuenta y decida la suerte de los seres humanos y de su medio natural, e incluso que decida acerca del nivel y de la utilización del poder adquisitivo del dinero, conduce necesariamente a la destrucción de la sociedad. La pretendida mercancía «fuerza de trabajo» no puede ser zarandeada o incluso ser inutilizada, sin que se vean inevitablemente afectados los individuos humanos portadores de esta mercancía peculiar. La naturaleza y los paisajes serían saqueados, los ríos polucionados, el poder de producir alimentos y materias primas destruido. Igualmente el dinero sin regulación puede conducir a crisis financieras continuas...
Esta sociedad mercado, en la que todo está en venta, nos dice Polanyi no es el fin de la historia. En general, a todo avance indiscriminado del proceso de mercantilización, de pretensión de desligar la economía del resto de la vida social, política o moral, ha surgido a lo largo de la historia un movimiento defensivo. Como el de los campesinos ingleses contra la liberalización del mercado de granos en el siglo XVIII. O las luchas encarnizadas en el siglo XIX por los sindicatos y partidos obreros por una legislación laboral. O las reformas que propiciaron el Estado de bienestar tras la Segunda Guerra Mundial.
Es muy interesante el Informe de C.J Cristianisme i Justicia Mercancías ficticias. Recuperando a Polanyi para el siglo XXI, publicado en el cuaderno 216, de noviembre de 2019, cuyo editor es Guillermo Casanovas, y los autores, Miriam Feu, David Murillo, Inma Naranjo. Tal Informe, aplica a la vivienda la misma argumentación de Polanyi sobre al trabajo, la naturaleza y el dinero, como «mercancías ficticias». La evolución del sector de la vivienda en los últimos años nos conecta de lleno con las tesis de Polanyi: por un lado, la expansión del mercado autoregulado produce hipotecas de alto riesgo, fondos buitre, gentrificación, desahucios, inaccesibilidad a la vivienda......). Ante esta situación de distorsión social se genera una respuesta de la sociedad (Plataforma de Afectados por la Hipoteca, Sindicato de Inquilinos, partidos que promueven la vivienda pública, manifestaciones ...). En el fondo del debate está la concepción que tenemos de la vivienda: un bien de intercambio como otro cualquiera (una commodity, en lenguaje polanyiano) o un hogar que genera relaciones de vecindad, lazos familiares, sentido de pertenencia a una comunidad y desarrollo de un proyecto vital.