El Fed y la zona de confort

04 septiembre 2024 21:08 | Actualizado a 05 septiembre 2024 07:00
Enrique Vidal-Ribas
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Suenan alarmas macroeconómicas de vez en cuando en Wall Street, pero debe convenirse que, en contraste con la delicada situación de la Eurozona o China, ambas acuciadas por crecimientos débiles y/o apuros recesivos, las perspectivas económicas de Estados Unidos no han sido mejores desde 1945. Sin embargo, los actores de los mercados financieros internacionales, y en particular los occidentales, están muy insatisfechos con la labor de las autoridades monetarias clave de la economía global y con los apoyos a su difícil tarea que les aporta el consenso académico, por ahora todavía respetado, pero haciendo aguas.

Desde los años ochenta del siglo pasado, la teoría y la política económicas han estado dominadas por una axiomática absentista nacida del catecismo neoconservador, cuyo articulado era un compendio de descalificaciones contra la intervención del Estado en particular y en general, contra cualquier política económica activa. Ese vademécum fue tóxico y llevó al mundo al desastre de crédito de 2008. Pero el trágico enganche de la subsiguiente Gran Recesión con la pandemia del COVID, extendió a la humanidad entera el doble shock deflacionario, lo cual obligó a simultanear la política fiscal y la monetaria sin limitaciones. La monetaria fue novedosa y brutal, pues consistió en nacionalizar la liquidez a base de comprar activos a la banca sin límites y por mucho más tiempo del previsto. Pasada la tormenta, el proceso se revirtió, pero la vuelta atrás se complicó con la invasión rusa de Ucrania y sus consecuencias en las áreas de los productos básicos y de la logística. En un tiempo históricamente corto el Fed estadounidense, que sin duda actúa como banquero global, se ha enfrentado al inevitable y fuerte repunte inflacionario, elevando los tipos de interés a día desde 0 al 5,50 por ciento, ha mantenido la reducción de su balance para absorber la liquidez que había repartido a ciegas a trillones y ha restringido draconianamente el acceso al crédito, todo ello aun sabiendo que la política monetaria tarda un año o dos en tener su efecto; es decir, política monetaria a palo seco para afectar a la demanda de consumo e inversión (¡?).

Sin embargo, el contexto global era aún más complejo que lo aparente y exigía una menor soberbia para apreciar los acontecimientos, pues el enorme ahorro acumulado durante la pandemia operaba como mantenedor antiinflacionario de crecimiento, al igual que la sabia gestión financiera de las familias en la época de tipos de interés mínimos o negativos. Además, cuando la inflación estalla por el lado de la oferta, como es el caso de las materias primas y de las dificultades logísticas, el fenómeno de la autorregulación es más que patente y, finalmente, no deben olvidarse las medidas antiinflacionarias que contiene el actual déficit público estadounidense, como por ejemplo, en el ámbito de la transformación laboral y de la generación de talento.

Así las cosas, resulta que EEUU disfruta de una sólida e inaudita <zona de confort> macroeconómica, definida por un cuadro de magnitudes económicas estable y envidiable, pero no abundan las felicitaciones al Fed por ello, porque el mercado tiene la certeza de que allí no saben cuál es su papel en ese éxito, ni confían en que estén por delante de los acontecimientos, ni tampoco que estén recibiendo la ayuda adecuada desde el mundo académico. En concreto, se piensa que se arriesgan a una recesión innecesaria, por analizar incorrectamente la dinámica del mercado laboral desde el inicio de la recuperación postpandemia. La economía global funciona según un sistema caótico, pero determinista, lo cual implica que no puede predecirse con confianza operativa, pero sí replicarse con exactitud a posteriori. Bastará con que sus asesores académicos repliquen cómo se ha llegado a la <zona de confort>, para que averigüen a tiempo si se han pasado y por qué. Y si fracasan en ello, llamen con premura a la Dra. Janet Yellen, que desde la Secretaría del Tesoro les ayudará seguro.

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