El domingo expresaba mi admiración por quienes arriesgan su vida por informar. Ayer tuvimos noticia del asesinato de dos periodistas españoles y un irlandés, secuestrados cuando hacían un reportaje sobre la caza furtiva en Burkina Faso.
El navarro David Beriáin y su cámara Ricardo Fraile tenían experiencia en zonas de conflicto. Encontraron la muerte en un país africano del que apenas sabemos nada.
El suceso recuerda la muerte de Miguel Gil-Moreno en Sierra Leona. Después de su niñez en Riudabella y estudios en L’Espluga y Constantí, se hizo abogado, pero lo dejó por el periodismo de guerra. Con emoción leí a su muerte una entrevista en la que confesaba que fue leyendo mi libro De profesión periodista cómo se le ocurrió su vocación verdadera.