Los unos y los otros

Cambiamos los parámetros sociales con el cambio de nuestros parámetros mentales
 

26 julio 2020 12:20 | Actualizado a 26 julio 2020 18:45
Se lee en minutos
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

Aestas alturas, tenemos la sensación de habernos convertido en actores del teatro del absurdo. Hemos pasado por situaciones que han puesto a prueba no solo nuestra responsabilidad colectiva, sino también nuestra credulidad individual. Nos hemos visto encerrados, por ley, en nuestra casa, de la que podíamos salir para comprar tabaco, pero no para comprar un bote de pintura para repintar el salón y así distraer el ocio y la angustia. Podíamos ir al supermercado a comprar garbanzos o ginebra, pero no a la zapatería a comprar unas babuchas que nos hicieran más confortable el confinamiento. Se trataba, en definitiva, de aceptar la gestión caótica del caos. La alternativa consistía en no gestionarlo ni bien ni mal.

Todo era un poco incoherente, sin duda, pero decidimos darlo por necesario, y eso me parece modélico y plausible. ¿Obedecimos por responsabilidad? ¿Por miedo? Lo mismo da una cosa que otra: hubo que asumir la evidencia de una catástrofe para evitar una catástrofe mayor. Al fin y al cabo, lo que hasta hace nada considerábamos un patrón de vida normal tampoco es que fuese demasiado normal, y esta nueva normalidad es tan anormal, en esencia, como la antigua. Simplemente hemos cambiado de parámetros sociales mediante el cambio forzoso de nuestros parámetros mentales: antes de esto, el peligro estaba en que nos picase el mosquito del dengue o en que nos mordiera una víbora si andábamos de turismo por la Amazonia; ahora, el peligro puede estar en que un familiar te bese.

Hubo que asumir la evidencia de una catástrofe para evitar una catástrofe mayor

De repente, todos hemos ido a parar a la categoría de los hipocondríacos. Bueno, todos no. En los mundos alternativos de la conspiranoia, donde la realidad se convierte en una fantasía oscura, se ha optado por negar la existencia del virus, lo que en principio debería ser una fuente de tranquilidad para ellos, pero el caso es que los conspiranoicos han entrado en pánico: están convencidos de que la presunta pandemia no es más que una maniobra camuflada para exterminar a buena parte de la población mundial. Se ve que nadie puede ser feliz en tiempos de desventura global.

Tampoco puede ser feliz el PP con el fondo europeo de ayudas, pues lo que puede ser beneficioso para los españoles puede no serlo para su España, según parece. De ahí el que opte por convertir una buena noticia en una noticia pésima, gracias al mismo procedimiento psicológico por el que otros deciden que lo peor que puede ocurrirnos es que se encuentre una vacuna para una enfermedad. Ante situaciones absurdas, tendemos a volvernos absurdos. Ahora la mascarilla es obligatoria y la discoteca opcional. Y ahí vamos.

Felipe Benítez Reyes es escritor.

Comentarios
Multimedia Diari