Informar desde el exilio

Forzados a vivir en el exilio, varios periodistas de investigación de Turquía, Siria o Azerbaiyán persisten en su empeño de informar sobre su país con su propia voz

26 septiembre 2024 21:41 | Actualizado a 27 septiembre 2024 07:00
Javier Luque
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«Uno de los principales problemas que tenemos es que nuestro cuerpo vive en un país, pero nuestra mente y nuestro corazón están en otro». Esta frase captó inmediatamente mi atención por el contexto y por su autor. Primero el autor: Se trata de Metin Cihan, un periodista turco que actualmente reside en Berlín después de abandonar su país por el temor a un proceso judicial arbitrario, como sí han padecido 207 periodistas en Turquía en 2023 o los 12 que continúan en prisión, según los datos del monitoreo del Instituto Internacional de la Prensa. Desde la aparente tranquilidad que respira en la capital de Alemania, Cihan no ha cesado su labor periodística y sigue cubriendo el crimen organizado en su país y los vínculos con el gobierno de Erdogan.

Mohammed Bassiki también ha encontrado en Berlín un lugar seguro desde el que seguir informando sobre la situación en Siria. Bassiki tuvo que exiliarse en Alemania en 2015. Él y su familia formaron parte de las olas de refugiados que huían de las balas de ISIL o Bashar al-Assad, cuyo eco todavía le acompaña. «El problema es que cuando llegué a Alemania no sabía hacer otra cosa que ser periodista», explica Bassiki. «Había estudiado periodismo y ejercido como tal durante años en mi país». «Pronto», sigue Bassiki, «otros periodistas sirios nos encontramos bajamos el mismo techo. Todos compartíamos las mismas habilidades, los mismos objetivos y el amor por esta profesión». Así nació SIRAJ, el Syrian Investigative Reporting for Accountability Journalism, un medio de comunicación formado por periodistas de investigación sirios desplazados en Europa por la guerra. Con los años, sus reportajes sobre la corrupción del gobierno de al-Assad y las dificultades que atraviesa la diáspora siria han sido recogidos o citados por medios como el The Guardian o el OCCRP.

Fatima Karimova también fundó Mikroskop desde el comedor de su apartamento en tierra ajena. Forzada a abandonar Azerbaiyán por sus reportajes sobre los abusos de las fuerzas militares de Aliyeb contra los armenios en la reciente escalada del conflicto de Nagorno Karabaj, Karimova reunió a otros periodistas para seguir informando sobre su país desde la capital de Alemania. En poco tiempo, Mikroskop ha conseguido sacar a la luz, en colaboración con otros medios de investigación, los vínculos económicos entre el presidente de Azerbaiyán y Vladimir Putin. Estas tres historias personales (y profesionales) han permanecido en mí, de alguna manera, de entre las decenas que se comparten estos días en Atenas, desde dónde escribo estas líneas. Asisto a las conferencias organizadas por el fondo para el periodismo de investigación transfronterizo IJ4EU, liderado por el IPI, y la plataforma iMEdD, en el que se debaten los principales desafíos para la libertad de prensa y los propios periodistas presentan sus reportajes de investigación. Algunos de los cuales han copado los informativos de toda Europa.

Cihan, Bassiki y Karimova operan desde el exilio, pero permanecen en el radar de aquellos que intentan silenciar su voz. Karimova explica como su página web fue hackeada días antes de la última escalada de tensión en Nagorno Karabaj. «Fue un aviso a navegantes». Cihan y Bassiki sufren una presión constante en redes sociales, donde miles de trolls asociados al partido AKP de Erdogan y a la formación política Baaz, liderada por Bashar al-Assad, están continuamente lanzando campañas de amenazas, intimidación y desprestigio contra su labor. «No podemos hacer nada», exclama Bassiki con exasperación. «Seguimos escribiendo», dice Cihan.

A pesar de verse forzados a vivir en el extranjero (precisamente por ejercer su profesión), estos tres periodistas, junto a los otros profesionales que los acompañan en sus respectivas redacciones, han persistido en su empeño de informar a la comunidad internacional sobre la situación de su país con el peso que conlleva su propia voz. La voz de aquellos que han vivido y sufrido la presión de autócratas que han intentado silenciarla.

No se atisba heroicidad alguna cuando relatan sus historias. Hablan desde la resignación y la nostalgia. Todos volverían a su país si tuvieran la oportunidad de hacerlo. También hablan desde la asincronía que supone tener el alma en tu país, sin importar lo quebrado que esté, mientras tu cuerpo reside a miles de kilómetros de las calles que los vieron crecer.

Javier Luque es jefe de comunicaciones digitales en el Instituto Internacional de la Prensa (IPI) en Viena y experto en desinformación y violencia online.

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