Rumbo desconocido

18 agosto 2023 16:22 | Actualizado a 19 agosto 2023 07:00
Juan Carlos Viloria
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El primer acto institucional de la nueva legislatura deja abiertos todos los interrogantes sobre el coste político del apoyo del independentismo y el populismo de izquierdas al PSOE. El voto a la candidata socialista, Francina Armengol, por parte de todo el bloque social-populista junto a los nacionalistas se solventó, aparentemente, con el compromiso de incluir las lenguas cooficiales en los debates de la Cámara baja, una comisión de investigación sobre escuchas a políticos secesionistas y una vuelta de tuerca en la desjudicialización de la fallida proclamación de la República catalana.

Pero la advertencia de los socios de Pedro Sánchez sobre una futura negociación de mayor calado para otorgar el apoyo a la investidura invita a barajar una suerte de acuerdo iceberg, en el cual lo visible y conocido sea la mínima parte del bloque de pactos escondido bajo el agua.

La aparente placidez con la que se desarrolló el acuerdo múltiple de la izquierda contrastaba con el enésimo divorcio en el terreno de la derecha incapaz de encontrar puntos en común para un consenso. El campo progresista, exultante, resaltaba con una derecha desnortada y dividida a medida que sus previsiones de crisis y lucha por el protagonismo en la izquierda se fueron diluyendo.

En las memorias del político liberal canadiense Michel Ignatieff, Fuego y cenizas, donde recrea su fracasada aspiración a lograr la presidencia de Canadá, reflexiona en que «el interés de un político reside exclusivamente en saber si el tiempo para una determinada idea ha llegado o no».

El campo progresista, exultante, resaltaba con una derecha desnortada y dividida a medida que sus previsiones de crisis en la izquierda se fueron diluyendo

Es imposible conocer dónde puede conducir a este país la intuición de Sánchez de que el tiempo para una determinada idea ya ha llegado, pero lo cierto es que su intuición barrió a la derecha en la sesión del Congreso de los Diputados. Dice Ignatieff en sus memorias que «lo que calificamos como suerte en política es en realidad un don para apreciar el momento exacto, para saber cuándo actuar y cuándo esperar una oportunidad mejor. Cuando los políticos echan la culpa de su destino a la mala suerte están culpando en realidad a ese momento exacto en que se les ha escapado». La cara deprimida de Núñez Feijóo y la eufórica de Sánchez en la sesión del Congreso podían ilustrar semejante reflexión.

Queda por despejar, por un lado, si el ganador de las elecciones se someterá finalmente a la investidura pese a su divorcio con el principal apoyo parlamentario y, por otro, el coste del primer plazo que las minorías secesionistas le van a pasar al cobro al PSOE. Ante una legislatura patroneada por Puigdemont, y por tanto en la prórroga permanentemente, el líder del PP tendría que enviar un mensaje potente de ser una alternativa calentando por la banda listo para saltar a jugar.

La segunda interrogante, a juzgar por lo barato que se ha vendido en la Mesa del Congreso el huido Puigdemont, presagia una táctica de palo y zanahoria. Lo que en ciclismo se llama hacer la goma. Tensar sin romper. Y, entre tanto, la polarización social se hará irrespirable.

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