Volodimir Zelensky rompió la regla fundamental de la nueva realidad global: dijo la verdad sobre Donald Trump. Le dijo al emperador que iba desnudo ante el horror del resto de líderes mundiales. Todos los aliados de Estados Unidos, la gran mayoría de los líderes republicanos que se han inclinado ante él y una buena parte de su propio gabinete, saben muy bien que Trump está atrapado en una burbuja de desinformación, pero Zelensky lo dijo en voz alta en una conferencia de prensa el miércoles. En este nuevo mundo donde la política exterior del país más poderoso de la Tierra se ha reorganizado rápidamente en torno al frágil ego de un anciano hosco y resentido, pronunciar algunas palabras de reproche es el acto de mayor coraje político posible. Zelensky era consciente de esto.
Lo que sucedió en Riad fue un vuelco de la política occidental hacia Ucrania, pero nada de eso importa ya. Este es el año cero en lo que respecta a Trump, Elon Musk y sus partidarios. La queja del presidente ucraniano desencadenó un colapso en Mar-a-Lago, donde Trump dijo a los periodistas atónitos que Ucrania había comenzado la guerra y que Zelensky tenía un índice de aprobación del 4%. No es de extrañar que Zelensky perdiera la calma. Haber sido sometido a ocho años de agresión rusa, seguidos de una invasión total totalmente no provocada que ha matado a decenas de miles de ciudadanos ucranianos, y luego que le digan en el escenario mundial: «Nunca debieron haberla comenzado», sería demasiado para la mayoría de la gente. Cuando se les ha menospreciado y se les ha rociado con las falsedades de Trump, otros líderes mundiales, con mucho menos en juego, han escondido la cabeza debajo del ala, Zelensky dijo en voz alta lo que los líderes europeos guardan en silencio. Trump, observó, está «atrapado en esta burbuja de desinformación». Estaba afirmando lo obvio, pero ni siquiera Zelensky podría haber sabido cuán fétido se ha vuelto el aire dentro de la burbuja de Trump. Ahora lo sabemos. La diatriba de Trump en su propia aplicación, Truth Social, es una destilación de los mayores éxitos de la desinformación rusa de los últimos tres años. Trump dijo que Zelensky era «un dictador sin elecciones» (algo que Trump nunca ha dicho sobre Putin) que había engañado a la administración Biden para que entrara en una guerra de 350 mil millones de dólares, que solo «TRUMP» podía arreglar. Las repetidas referencias del presidente a sí mismo en tercera persona y en mayúsculas borraron cualquier duda persistente sobre la única compulsión unificadora que ahora impulsa la política exterior de Trump.
El niño que señala cándidamente que el emperador está desnudo es el héroe del cuento popular, pero el emperador en la historia de Hans Christian Andersen no tenía un vasto arsenal nuclear ni el ejército más poderoso del mundo. Decir la verdad es catártico, pero meterse en una disputa personal con Trump en medio de la vertiginosa euforia de su restauración en la Oficina Oval corre el riesgo de causar graves daños a su país. Eso plantea la pregunta: ¿qué funcionará con Trump ahora? Trump admira a los autócratas y está ansioso por complacerlos, pero esa no es realmente una opción para las democracias que quedan en el mundo.
La esperanza en las capitales de Europa occidental, basada en evidencias fragmentarias del primer mandato de Trump, y en una ansiedad desmedida, es que si pueden hacer causa común discreta con las cabezas más tranquilas que rodean a Trump, podrán apartarlo suavemente de sus caprichos más extremos. Poco a poco convencerlo. En ese sentido, tienen cierta fe en Marco Rubio y el enviado especial de Trump, Steve Witkoff.
Tal vez así puedan disuadir al presidente de su plan declarado de poseer Gaza y limpiarla étnicamente y levantar hoteles de lujo (el sueño húmedo de la extrema derecha israelí que no se atrevían a hacer público por decoro), aunque sólo sea porque sería muy desastroso para Estados Unidos.
Pero, a partir de la evidencia de los discursos de Trump, el veneno sobre Ucrania se ha infiltrado más profundamente en el sistema nervioso del presidente. La mejor opción de Zelensky podría ser perseverar con la oferta de una participación estadounidense en las tierras raras de Ucrania. La primera oferta de Trump fue decirle a Kiev que se quedaba con la mitad de las enormes riquezas en minerales del país sin garantías de seguridad a cambio. Pero es probable que la absurda oferta inicial sea sólo parte de su arriesgada estrategia del ‘arte de negociar’. Negociaciones posteriores pueden distraerlo, como un perro con un hueso, de sus profundos impulsos pro-Putin, pero será difícil que entienda el mundo y la política internacional de los EEUU como un instrumento al servicio de la defensa de valores. El emperador desnudo solo sabe de valores bursátiles, de torres doradas, de guerras que se ganan en despachos. Pero lo han votado y desnudo o no, es el emperador que tenemos.