Los políticos andan convencidos de que en los carritos del súper hay una buena bolsa de votos esperando a quien sepa hacerse con ella. Así que se ha establecido una puja, una especie de subasta, a ver quién da más. Que si te bajo el IVA a la leche, el pan, huevos.
Que si yo te metería la carne y el pescado. Cómo se nota que los políticos no andan con el carrito entre góndolas llenas de productos de oferta o los llamados ‘expositores impulsivos’, situados en puntos estratégicos de la tienda para hacer caer en la tentación compradora al más frío de los clientes.
Hay que andar por el mundo de las grandes superficies ‘low cost’ o no; por los Lidl, Aldi, Ahorra Más, Árbol, para enterarse de que la gente llena el carro de pizzas, tortillas de patata al vacío, croquetas de merluza, lasañas de carne congeladas y donuts de chocolate.
La gente ya no compra patatas frescas porque las tiene que pelar. Las compra congeladas, listas para freír; ni harina para hacer bollería o masa de empanada. No. La mayoría ya está en la cocina del microondas. Los rebozados no los hace en casa, se los lleva del arcón de los congelados en forma de palitos de merluza, calamares o sepias procesadas en algún rincón del mundo.
Los que manejan el presupuesto y la propaganda deberían darse una vuelta por los comedores sociales, los bancos de alimentos o los centros día para discapacitados y las residencias de mayores. Allá donde en muchos de sus comedores están sirviendo alimentos a punto de vencer la fecha de caducidad, procesados o ultracongelados. Ahí hay que poner el foco, aunque no haya una bolsa de votos esperando.