El humo espeso de la pólvora que se te queda en la garganta. Esa es una parte del regreso. Unos animales simbólicos que escupen fuego. Gente que danza con el fuego, con el pasado, con lo atávico. La ciudad reproduce los dibujos de las cuevas paleolíticas. Medio bestias, medio humanos. La simbología escribe una parte de la historia que no necesitas estudiar.
Curiosamente para comprender lo que está pasando no son necesarios libros, ni mapas, ni apuntes, ni lecciones. Lo entiendes. Lo entienden los niños que se asoman al mundo de lo que no tiene explicación cartesiana. Al mundo de la oscuridad, del sueño, de la naturaleza. Eso es parte del regreso. Regresar a un pasado que no hemos olvidado, porque nada se olvida a pesar de que no lo recordemos. Está ahí. La ciudad se estremece, la ciudad danza, retumba la percusión y se respira el humo.
Estas tradiciones son una forma de estar en el mundo, una manera de decirle al universo aquí estoy porque antes estuvieron otros, y otros y otros. Setecientos años que esta ciudad hace lo mismo. Venera unos huesos, le pide a lo divino poder sobrevivir a lo humano. Esta ciudad construye un relato hermoso mientras los diablos danzan, las bestias danzan, los gigantes bailan. Regresar, porque nunca nos hemos ido. Visca Santa Tecla!